La condición topográfica de un barranco y un rosario de restricciones, debidas al hecho de que la parcela está inserta en una reserva natural, han fijado el punto de partida del proyecto de Manuel Cervantes para este conjunto de dos viviendas construido en Ciudad de México. Ese punto de partida ha generado una serie de terrazas que son, en cada nivel, prolongaciones del espacio interior, dando lugar a un escalonamiento que se integra naturalmente en la topografía, evitando un efecto agresivo en el entorno.
El acceso principal es generado por un espacio común a ambas viviendas. La superior presenta un vestíbulo que da paso a un jardín, situado a nivel medio y que funciona como zona social con vistas a la terraza y al barranco. La combinación de volúmenes escalonados se envuelve en una cinta perimetral de hormigón que enmarca cada uno de los niveles. Niveles que están ligados a muros revestidos de cerámica en las fachadas laterales y a cartelas de hormigón en las que miran al barranco y la calle. El estudio es una caja subterránea (dos niveles por debajo) de hormigón visto, con una altura libre de casi cinco metros, segmentado por un desván que crea dos ambientes.