Dicen que de los grandes retos y dificultades surgen las propuestas más imaginativas. El proyecto de reforma de este piso nació justo al comienzo del confinamiento por la pandemia, por lo que la arquitecta Laura Ortín, se planteó la siguiente cuestión: ¿Podría soportar esta vivienda otro confinamiento? "Esta será quizás desde ahora la nueva cuestión a la hora de proyectar –comenta–. Porque si una arquitectura es buena por flexible, luminosa y saludable, aguantará un confinamiento y cualquier situación venidera. Porque será adaptativa, evolutiva y cuidadora".
El punto de partida de la reforma era un espacio de los años ochenta extremadamente compartimentado y organizado con espacios jerarquizados propios de otra época, de otra manera de vivir. La luz natural se paralizaba demasiado pronto, las circulaciones obligaban a movimientos demasiado antinaturales y las diferentes estancias eran espacios estancos y de un solo uso. El trabajo de la arquitecta se orientó a resolver tres cuestiones fundamentales: espacio exterior (más terraza), flexibilidad de usos (habitaciones intercambiables), espacios de autocuidado (teletrabajo, relax) y calidad ambiental (luz natural más horas, gracias entre otros aspectos a una terraza más grande, y materiales saludables).
La casa se recorre ahora de forma orgánica y natural y las transiciones entre habitaciones son proporcionales. Los materiales acompañan un ambiente saludable: maderas, pinturas a la cal y lacas a la tiza conforman un hogar en calma.
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