El arquitecto Abel Pérez Gabucio, fundador de Àbag estudio, se encontró un apartamento "maltratado" en un enclave inmejorable en el barcelonés Paseo de Gracia. Conservaba molduras y trazos históricos de su construcción a finales del siglo XIX, con marcas de alguna intervención posterior en los 70 que restaba, como los balcones tapiados con ventanucos y un pavimento hidráulico maltrecho de segunda generación en casi todo el piso. Había un aire de "postguerra" en todos los espacios.
El propietario, un empresario australiano, ya poseía un pequeño apartamento en Barcelona, y ahora quería un lugar cómodo y amplio donde poder recibir invitados, un pied-à-terre con las comodidades de una vivienda habitual. Buscaba asimismo un estilo internacional conservando las singularidades históricas de su nueva adquisición de 220 metros cuadrados y así fue.