La estrecha colaboración y el buen entendimiento entre el arquitecto suizo Peter Kunz y del diseñador de interiores Jürg Brawand se aprecia inmediatamente al entrar en esta casa presidida por una gran fachada de cristal transparente que la abre al paisaje domesticado. Como en un “paso a dos”, arquitecto e interiorista han ejecutado minuciosamente su trabajo y se han ayudado mutuamente para intentar alcanzar la perfección en cada gesto, en cada movimiento.
Ambos compartieron una misma premisa que les ayudó a dar forma y sentido a la vivienda: el auténtico lujo no son las piezas de exquisito diseño, ni los objetos ostentosos, ni los grandes espacios, sino la posibilidad de salir directamente desde la casa al bosque a correr con el perro. La búsqueda de ese lujo inmaterial se nota en cada elemento que constituye esta casa. La arquitectura contemporánea y sin concesiones estéticas de Peter Kunz ha dado paso a una construcción de hormigón visto cuyas fachadas se articulan como una fortaleza de gruesos muros.
Su interior encierra una inteligente mezcla de materiales: hormigón, visto en algunos muros y pintado de blanco en otros; mosaico de cristal; madera de roble, y algunos acabados lacados que reflejan la luz. Uno de los espacios más importantes de la casa y donde la vida cotidiana late con más fuerza es la cocina. En su estudiado diseño y eficaz distribución ha intervenido Brawand, quien la ha dividido en dos zonas, atendiendo a su función: una de preparación y cocción de los alimentos, con un equipamiento casi industrial realizado en acero inoxidable y, en paralelo, un office, de aspecto más cálido.
La zona de cocción se asoma a las vistas del bosque y a un pequeño chill-out, mientras que el office, con una mesa redonda, lo hace, mediante un paño acristalado, a un coqueto patio interior por el que se cuela la luz natural. Esta zona multifuncional está unificada por el cálido parquet de roble que contrasta y rompe la frialdad del acero inoxidable del mobiliario integral.
Encontrar la armonía ha sido uno de los objetivos de Brawand, quien considera que “muy a menudo se subestima la importancia del interiorismo o se le considera un lujo inútil. El diseño de interiores es fundamental para llegar a sentirse bien en la propia casa. Consideradas individualmente, las piezas de mobiliario o de decoración pueden ser muy bonitas, pero no por ello el conjunto resulta armónico". La ausencia de cualquier tipo de ostentación y la sobriedad del conjunto es patente, lo que nos devuelve a la premisa que se citó al principio: el verdadero lujo no está en lo material, sino en lo inmaterial.
Para alcanzar ese objetivo, arquitecto e interiorista han sido realmente muy cuidadosos: han estudiado el espacio al milímetro, permitiendo que sea la luz la que dé vida al espacio; han calculado los recorridos, que nos conducen a patios silenciosos en los que un árbol solitario nos habla de la paz de espíritu; han abierto huecos que dejan admirar un paisaje que cambia de color y de textura según avanzan las estaciones. Han logrado, en definitiva, edificar un refugio en el que, a pesar de lo exquisito de su arquitectura y de su diseño, el auténtico lujo es salir directamente al bosque a correr con el perro.