Su nombre es Casa Sardinera, y se enfrenta al mediterráneo majestuosa como una casa palladiana. Una serie de muros de hormigón, disparados en diferentes direcciones, comprimen y expanden las visuales, generando múltiples escenas. Esta casa diseñada por Ramón Esteve es majestuosa y liviana a la vez; su fuerza expresiva actúa a través de lo volumétrico y de lo material, dándole un carácter casi tectónico. Los planos verticales están acotados por largos voladizos horizontales, que se extienden hacia el mar creando porches que delimitan el gran espacio de la terraza. Pero –rasgo del sistema constructivo de este proyecto– los voladizos no se apoyan en los muros, sino que se encajan entre ellos: de este modo se aumenta la tensión visual, provocando sensaciones contradictorias entre lo masivo y lo ligero.
La casa tiene dos caras, dos fachadas longitudinales que elaboran una imagen contrapuesta. La de acceso, opaca, está protegida por un sistema de lamas de madera blanqueada orientables y motorizadas. La fachada que mira al mar es permeable y casi transparente. Los planos verticales de hormigón se cierran mediante grandes paños de vidrio, resguardados por voladizos y con sinuosas y etéreas cortinas textiles. Las texturas del hormigón blanco y de la madera blanqueada son tan semejantes que logran mimetizarse. El hormigón deja ver las huellas de los encofrados de madera, emparejándose con la propia madera velada en blanco (en lamas, techos y mobiliario). Los muros de mampostería de piedra del lugar forman el basamento de donde emergen los volúmenes de hormigón.
Al entrar en la vivienda nos encontramos en un espacio a doble altura, con muros laterales que dirigen la mirada hacia el mar. La sensación de continuidad es absoluta entre los interiores y el horizonte, y entre las estancias que se suceden en plena blancura. en los intersticios entre las áreas de día (que ocupan la planta baja), grupos de plantas trasladan el jardín al interior. cada una de las estancias cuenta con su propio porche abierto a la lejanía azul. Todo es blanco y azul; todo es apertura, tanto fuera como dentro de la casa. el salón tiene una esquina de vidrio, de seis metros de altura, que atrapa las mejores vistas, y a lo largo de toda la casa da la impresión de que el espacio fuera un movimiento que va creando múltiples escenas interiores enfocadas al infinito exterior. Pero es una continuidad que no se somete a la monotonía.
En los dormitorios (situados en cada uno de los volúmenes de la primera planta), el proyecto ha evitado las vistas frontales acotadas por los muros en beneficio de unas esquinas transparentes con vistas panorámicas singulares. La escalera que conduce a ellos es una función –subir y bajar– hecha escultura. a través de los peldaños de vidrio traslúcido vemos el mar. Por la noche, los escalones se iluminan como lámparas. La barandilla es un plano inclinado que juega su propio teatro conceptual con los planos horizontales y verticales.
En la planta basamento, además de un gimnasio y zonas de servicio y aparcamiento, nos sorprende una piscina, con sauna y vestuario. Ubicadas a distintos niveles, las piscinas interior y exterior se comunican por una ventana longitudinal y, a través de esa franja, el agua de la superficie proyecta oleajes de sombra sobre el agua profunda.
Todo este universo blanco y continuo necesita energía. Y es justo destacar que el diseño ha establecido criterios rigurosos de sostenibilidad, logrando la certificación energética a gracias a un estudio exhaustivo del soleamiento y la ventilación y al recurso a tecnologías eficientes. En las grandes superficies acristaladas, por ejemplo, se ha dispuesto un vidrio de doble cámara con aislamiento térmico y acústico con control solar. además, la vivienda presenta una envolvente de diez centímetros de poliestireno extruido de alta densidad que garantiza un elevado aislamiento térmico. Para la calefacción y la producción de agua caliente sanitaria se han utilizado colectores solares y pozos de geotermia. Y un aljibe bajo la piscina exterior recoge el agua de lluvia para regar el jardín, poblado con plantas autóctonas que proporcionan un alto nivel de integración en el entorno con un consumo controlado de agua.