Desde esta casa se puede escuchar y oler el mar que baña las playas de Menorca
El estudio Ábaton rinde tributo al luminoso paisaje de Menorca en esta casa con acabados a la cal, tonos terrosos, materiales naturales e inmensas aberturas al Mediterráneo
Grandes ventanales, con apertura máxima y perfilería mínima, nos muestran –desde el salón, el comedor, el dormitorio principal, el baño –sucesivos encuadres de las arenas soleadas y el mar de Menorca. El pintor paisajístico que parece haber ideado estas vistas se recrea enfocando, desde el dormitorio, en diagonal, un pino mediterráneo que, desde el baño, es captado en línea recta con la bañera. El proyecto de Ábaton manifiesta una perfecta sintonía entre la arquitectura y el paisaje. Sintonía, también, entre las formas y los materiales. La orografía escarpada de la isla determina, en parte, la figura arquitectónica de esta casa vacacional de tres plantas que habita una familia con tres hijos, compartida a menudo con amigos. El acabado exterior se inspira en los antiguos trabajos a la cal característicos de la isla y los muros de mampostería de piedra buscan asemejarse a las típicas terrazas agrícolas. En el interior, el revestimiento continuo en tonos tierra de los solados crea una sensación de fluida sencillez, además de proporcionar funcionalidad en espacios muy transitados durante el verano. La sensación de fluidez se perfecciona a través de los materiales naturales, en tonos neutros, desde la presencia de la madera en la estructura vista, que es el sistema constructivo escogido para maximizar la eficiencia energética de la casa y acortar los tiempos de construcción. La distribución vincula al máximo los espacios y rompe los límites entre el interior y el exterior, con excepción de la entrada principal, que ampara la privacidad. En la planta alta, la piscina infinita vuela sobre el mar y la cocina se desdobla, quedando una totalmente resguardada y la otra bajo una pérgola artesanal de fibras naturales. El salón está dividido en dos zonas, diferenciadas por un desnivel en forjado y separadas por la chimenea y sus leñeras, que singularizan el límite entre ambas. La mirada se pasea plácidamente en los interiores blancos, abundantes en madera, y se proyecta eufóricamente –a través de los ventanales– hacia la playa dorada y el mar tornasolado. El amueblamiento corrió a cargo de la interiorista Laura Muñoz.