El nombre Casa de la roca sagrada vincula esta moderna vivienda con lugares cercanos afines, como el santuario Yamazumi y el Monte Hiei. Y, antes de apreciarla como vivienda, a la mirada occidental le conviene aprenderla en el justo sentido en que se ha diseñado, como representación de una cosmovisión oriental y animista del mundo. Porque es lo que trasmiten las propias palabras del arquitecto, cuando describe que "las vigas están hechas con troncos de esos cedros de Kitayama que descienden como pestañas; los ojos se entrecierran y el tiempo y el espacio, instantáneamente, se deforman. El arce japonés se transforma en nubes, el musgo en un bosque de cedros, y el espíritu trasciende la escala hasta flotar sobre el monte Hiei…", dice Hiroshi Nakamura. Lo que vemos es materia –es madera, es roca, es casa- y es al mismo tiempo otra cosa, de índole inmaterial. Y la relación de la casa (de todas las casas y los habitantes de la zona, afirma el arquitecto) con el monte Hiei es de "adoración".
El proyecto que Hiroshi Nakamura & Nap ha diseñado para esta casa moderna una fachada de madera cerrada a la calle y un patio exterior como punto focal de la vida doméstica, con profusión de vistas y de luz natural en cada habitación. En el patio, se ha creado un montículo con tierra de la excavación para los cimientos, que voluntariamente oculta las líneas de visión entre el comedor y el dormitorio, en la parte posterior del terreno. "En medio del jardín, hemos dedicado una roca sagrada en que habita un dios. Porque, si bien la roca tiene una presencia muy material, poseen también una trascendencia como espacio sagrado". Como corresponde a la tradición japonesa, el jardín es representación del espíritu, y por eso el montículo con la roca está modelado como una evocación del Monte Hiei y exhibe plantas de baja altura, creando un espacio al aire libre propicio para la meditación zen y el nirvana.