La intención del proyecto se ha centrado en la creación de una vivienda capaz de capturar, desde la cumbre de la montaña donde está situada, las vistas de 360 grados sobre el paisaje. Sin embargo, a pesar de la importancia de las vistas, en última instancia lo fundamental, para Tamaryn Fourie (miembro del estudio Saota), es la arquitectura: "La creación de un edificio contemporáneo, ordenado y escultórico".
Ubicado en la cumbre, el edificio consta solo de dos plantas: en el nivel superior están estratégicamente situadas las áreas privadas; debajo, las principales zonas sociales, la terraza con piscina y el jardín. La casa está articulada en "capas", que promueven en sus habitantes diferentes experiencias del espacio. Las fronteras entre el interior y el exterior son borrosas y, como explica Fourie, "hay una maravillosa continuidad, y por eso es una casa ideal para todas las estaciones".
Los grandes espacios tipo galería amplifican el magnetismo del lugar, con las montañas y el mar como telón de fondo. "Escaleras esculturales revestidas de madera se envuelven alrededor de un ascensor de cristal en posición central", aporta Philip Olmesdahl, director de Saota. Desde la escalera principal, una barra de café de bronce fundido conduce visualmente a la cocina, que parece derramarse en el comedor y en el salón de verano, con su alto techo de hormigón estriado. El salón de invierno, también junto a la cocina, con chimenea y el techo más bajo -–enmarcando la vista–- crea un espacio íntimo para reuniones informales.