Una parcela justa, rectangular, con su lado más corto alineado con la calle y el frontal más largo orientado a sur, hacia una leve pendiente favorable y hacia unas vistas a media distancia que justifican su incorporación a una futura vida interior. Un entorno urbano en consolidación que hay que tener en cuenta para la configuración final de la casa. Y una normativa estricta, limitadora y a su vez, generadora de la propuesta.
En respuesta a estos condicionantes para una casa en las afueras de Barcelona, el proyecto de Nexe Arquitectura se muestra ciego en el acceso desde la calle con muros de ladrillo para tornarse extrovertido en la cara sur, volcada a la terraza, el jardín y la piscina. Esa fachada se ha resuelto con dos franjas sobrepuestas que definen unas aberturas en toda la anchura, donde se sitúan los vacíos de las aberturas y piezas ciegas de obra vista, "en un orden alterno e imperfecto, casi musical", destacan los arquitectos.
El interiorismo, obra de Rosa María Zapater del estudio Bonart, destila una elegancia relajada, con el protagonismo de la piedra y la madera, los tonos grises y los tejidos naturales que aportan frescura. En la planta baja, el salón, la cocina, la chimenea, la biblioteca, el baño, las escaleras, el ascensor y las circulaciones se integran en un único espacio que fluye y que suma dimensiones.
En la planta superior, encontramos dos espacios (la sala de música y dos dormitorios) separados por una puerta corredera con perfil de aluminio negro. La suite se compone de un amplio vestidor hecho a medida, con puertas lisas lacadas. Desde la cama de líneas sencillas, los dueños de la casa pueden ven la última porción del contorno montañoso de Barcelona bajo el sol del amanecer.
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