El dúo de interioristas Alfons & Damián se trasladó a un paradisíaco rincón de la Costa Brava para insuflar oxígeno a esta casa de tres pisos que pecaba de un exceso de puertas, lo que obstruía la comunicación entre sus habitantes. "Queríamos que la arquitectura definiera el volumen interior, que este no estuviera dulcificado por las cortinas. A veces pasa que algunas viviendas unifamiliares tienen un lenguaje por fuera y otro por dentro, que cuando pasas el umbral cambian los tonos de luz", comenta Alfons Tost.
Huyendo de ese vicio, optaron por la prolongación de colores, integrando los escasos muebles elegidos para que estos no fueran un obstáculo y aportándoles una pátina monocroma, de un blanco como teñido por la luz del Sol, como si se le aplicara un barniz medio transparente encima. También se comportaron de manera austera con los materiales, procurando que los elementos interiores no fueran muy discordantes y tirando de tejidos y maderas que sirven de soporte para sentarse, por ejemplo.
Esta segunda residencia de unos 300 metros cuadrados que carece de tapicerías y de cortinas llama al relax, a tumbarse en el sofá y dedicar el fin de semana a la lectura. La iluminación ayuda: apenas hay luz cenital y sí profusión de apliques. Entrar y salir o recibir a invitados no forma parte del día a día de sus dueños, una familia de cuatro miembros que dispone de un solo televisor para disfrutar del cine en una habitación para tal fin. "Hay casas ‘minimal’ que se presentan como intocables y da angustia verlas. Parece que incluso un periódico sobre una mesa moleste. Pero esta es un refugio en el que prima la comodidad, pues los propietarios son muy hogareños y hacen vida en ella", concluye Tost.