Esta casa está constituida por dos edades, dos momentos diferentes de la arquitectura que se acoplan aquí, armoniosos, gracias al proyecto de Marc Merckx. Se trata de una finca rural belga con un moderno pabellón contiguo a la piscina. En realidad, solo este último ha sido diseñado en su totalidad por el estudio del interiorista.
Ante todo hay que tener en cuenta el paisaje bucólico que rodea el conjunto: planicies verdes salpicadas de vacas y ovejas, bosques espesos, la torre de un campanario, una abadía y un castillo que asoman entre los árboles. Un paisaje que, a pesar de la larga y violenta historia de que ha sido escenario (la batalla de Waterloo, donde fue vencido Napoleón, sin ir más lejos), permanece inalterado, inmune a las transformaciones del tiempo. Aquí perduran los océanos verdes, el rebaño bien cuidado, el olor a bosque, y a queso y cerveza artesanales.
En este territorio abundan versiones diversas de una tipología constructiva conocida como estilo fermette, basado en la forma arquetípica con tejado a dos aguas y el uso del ladrillo, la piedra, la madera y la pizarra. Pero las reformas realizadas en la casa original (construida en los años ochenta según ese estilo tradicional) y, sobre todo, el diseño de la piscina y del pabellón han instalado otra estética en el conjunto.
Como el edificio de ladrillo carecía de valor arquitectónico, el autor lo vació por completo en su interior, eliminando prácticamente todas las paredes no portantes para crear un orden espacial nuevo. Por contraste, el pabellón de la piscina se alza como un objeto arquitectónico dibujado con trazo firme y elegante por Marc Merckx; un monolito prismático pulcro y negro que nos trae reminiscencias del famoso pabellón de Mies van der Rohe en Barcelona. Aquí la madera se funde con el cristal enmarcado en negro, y un enrejado metálico techa (con rayas también negras) el porche, con un suelo de piezas de piedra gris alrededor de la piscina, paralela al pabellón. En el interior, el negro continúa, pero iluminándose con grises y algunos toques blancos y ocres.
En la casa original, desaparecidos los tabiques, los espacios despejados permiten un interiorismo afín al pabellón. Pero el estilo originario de la construcción se mantiene en un espacio abierto, situado justo enfrente de la piscina y el pabellón. Con suelo y paredes de ladrillo y columnas y vigas de madera, este lugar calmo y fresco recrea (o resume, o simboliza) el estilo fermette de la construcción original. Pero los interiores han sido totalmente ampliados e iluminados con aperturas al jardín y tonos claros. Los negros y grises oscuros del pabellón se presentan aquí solo a través de algunas piezas del mobiliario, pero el resto (suelos, acabados, tejidos...) transmite la serenidad envolvente de los ocres.