Mientras desarrollaban el proyecto, los arquitectos del estudio Arrhov Frick lo bautizaron con un nombre “de trabajo” provisional que luego se afirmó como definitivo: Casa de las Seis Paredes. Estamos en un paisaje costero de rocas y bosques de pinos, en las afueras de Estocolmo (Suecia).
La parcela es larga y estrecha, y se extiende entre la carretera y el mar. A partir de sólidos bloques de hormigón, la casa enfrenta con su estricta geometría y su fachada de cristal al espejo ondulante del agua azul y verdosa. Esas seis paredes de más de cinco metros de altura organizan la totalidad del espacio habitacional, con subdivisiones complementarias, a través de la distribución de los materiales y las aberturas entre las estancias.
Junto con los suelos, las paredes –su altura, su textura, su presencia envolvente y sus recortes flexibles– configuran los interiores con un poder estético casi escultórico. Poder que nace de un proyecto especialmente atento a la dimensión y materialidad de los espacios, a sus nexos de comunicación y su apertura al paisaje, a la ansiada luz de las regiones nórdicas. El entorno está compuesto de roca, mar y bosque de pinos. Múltiples pinos con troncos esbeltos que, como rectas columnas emplumadas, envuelven la casa (triplicándola en altura) y forman parte también del interior ya que, desde el otro lado de los cristales, acompañan con sus figuras familiares y su firme verticalidad.
Es conocida la tradición escandinava en el sabio tratamiento de los interiores, profundamente íntimos y confortables y, a la vez, relacionados con la naturaleza de un modo casi mágico. En el sentido de “unión” o “alianza” entre la doble faz de la casa (las pieles del interior y del exterior) y el espíritu potente del paisaje. La luminosidad deslizante sobre la superficie de los acabados, la relajante amplitud espacial y la meticulosa delicadeza en la selección de diseños (en los muebles, tapizados, lámparas…) crean una nueva versión del confort doméstico nórdico, enraizado tanto en la tradición como en la modernidad.
En el salón, las tres lámparas diseñadas por Achille & Pier Giacomo Castiglioni y por Philippe Starck (dos de techo y una de mesa) iluminan texturas por la noche y se muestran de día en su carácter de objetos de culto. Un universo creado por la secuencia de seis paredes de uso múltiple, entre pinos.