Cuando a Berta Otero y a Rocío Anós, fundadoras del estudio Boira, un amigo de toda la vida les pidió ayuda para dar vida a su ático de 60 metros cuadrados en Madrid en el que iba a vivir con su prometida, ellas no lo dudaron. "El piso se planteó desde el inicio como si de una vivienda mediterránea se tratara", cuentan.
La terraza se ha vestido con un sofá de Decolab, alfombra de Zigler y mesa de centro y taburete de Findings Gallery. La silla y la vasija de Tristán Domecq Casa.
Foto: Belén Imaz
Conocen bien al propietario, un apasionado del kitesurf que ha hecho de su vínculo con el mar, el viento, la costa y su luz una forma de vida. "El reto consistía en trasladar esas sensaciones a ese ático al centro de la capita", explican. "Queríamos que cualquiera que visitara la casa por primera vez, tuviera el impulso de asomase a la terraza para ver el mar". Para ello, decidieron vincular los espacios principales de la vivienda a la terraza, y lo consiguieron proyectando una casa muy permeable visualmente, con capacidad de vivirse de maneras distintas. Espacios diferenciados volumétricamente entre sí, por usos, pero todos conectados, formando un conjunto único que aglutina salón, comedor, cocina y dormitorio.
Los materiales naturales y el cromatismo neutro, en tonos tierra, contribuyen a cohesionar este conjunto de volúmenes. En las paredes, para dar textura y calidez se ha usado mortero de cal, un recurso muy propio de las viviendas vernáculas de la costa mediterránea que tanto frecuentan los clientes. El resultado es proyecto sin artificios, con voluntad de crear un minimalismo cálido y amable, eminentemente funcional, en el que nada sobra, todo tiene una función.