Modernidad junto al lago Ontario
Casa en Toronto (Canadá), de RZLBD Architects
La importancia creciente que los espacios de servicio han ido adquiriendo en la arquitectura moderna –entendiendo como tales las escaleras, los conductos de ventilación, los cuartos de máquinas y otras instalaciones de apoyo– llevó a Louis Kahn, uno de los arquitectos más influyentes del siglo XX, a formular la dualidad entre "espacios servidos y servidores", según la cual las funciones de una casa se colocan a un lado, al servicio de la naturaleza social y abierta de la zona de día.
Esa dualidad kahniana forma la columna vertebral del proyecto del estudio canadiense RZLBD Architects, dirigido por la arquitecta Reza Aliabadi, para esta vivienda en las afueras de Toronto. En ella se ponen en juego las nociones opuestas de público y privado, familiar y diferente, espectacular y confortable por medio de una solución formal que dota a la cara de acceso desde la calle de una piel maciza y cuasi opaca de ladrillo oscuro, mientras que en su cara opuesta esta piel se torna transparente y volcada a las vistas del jardín y el lago Ontario, gracias a un muro cortina que recorre toda la longitud de tres metros de altura. Una solución que los arquitectos asocian también al "fototropismo" de las plantas, que hunden sus raíces en la tierra oscura mientras elevan sus tallos, hojas y flores hacia el sol.
La vivienda es un volumen apaisado de 44,5 metros de longitud (la misma que el Airbus A321, el avión de pasillo único más eficiente que se ha construido, como se encargan de subrayar los propios autores) asentado sobre un terreno en ligera pendiente. El salón, el comedor y la cocina se sitúan en el centro del espacio diáfano, flanqueados por los dormitorios en cada extremo. La pendiente genera un pequeño desnivel que sirve para situar un salón auxiliar en uno de los lados de la casa.
Un gran vestíbulo con iluminación cenital intersecciona esta distribución longitudinal y alberga una escalera en forma de grada que desciende hacia el jardín. Este espacio, lejos de resultar secundario, se configura como una zona social para reuniones –no en vano, las gradas ofrecen asiento confortable al estar recubiertas de tejido mullido– o para disfrutar del cine gracias a una pantalla escamoteable.
A pesar de su amplitud, casi 600 metros cuadrados, el interior respira una escala humana gracias a un análisis preciso de la geometría del espacio, algo que desde el estudio llaman la “poesía matemática” de la arquitectura.