Al acceder a esta casa en la Costa Brava, nos encontramos en la parte posterior y más elevada de la parcela y alejada del mar. Las mejores vistas están orientadas al norte y al este, mientras que las zonas posteriores dan al sur, en dirección a la montaña. El proyecto de los arquitectos Josep Fuses y Joan Maria Viader ha dado mayor importancia a la contemplación del paisaje que a las bondades de la orientación.
La casa se despliega de forma irregular, creando un amplio patio de acceso, aislado de la calle y en la cota más baja del terreno, cercano al mar, que actúa como un filtro entre el jardín de entrada y el núcleo principal de la residencia. Según los autores, esa volumetría atípica persigue generar una topografía que complemente y se integre al paisaje rocoso. De este modo, la superficie construida aparece visualmente minimizada, tanto desde la carretera de acceso como desde la playa contigua y el mar.
Es esa irregularidad de las formas el elemento compositivo que atrae como un acontecimiento arquitectónico en sí mismo. Por encima de todo, la cubierta de cobre que envuelve los dos volúmenes principales y se prolonga rodeando el patio de acceso y formando, además, un semiclaustro junto con un porche destinado a garaje abierto. Generosamente acristalada para favorecer la relación física y visual con los jardines, la casa se sustenta sobre pilotes inclinados de acero, de sección y altura similares a los pinos que la rodean.
El interior se organiza en dos alas, separadas por un vestíbulo. El ala donde se alojan las habitaciones, agrupadas en hilera, ofrece deliciosas vistas hacia la playa colindante. Y el ala correspondiente al salón, el comedor y la cocina goza de la visión directa del mar abierto. En la planta inferior se han dispuesto la habitación de invitados, una piscina, un gimnasio, saunas y algunas salas complementarias.
El mismo mundo de formas y materiales nos espera en el interior, que ha sido diseñado por la arquitecta Montse Nogués. La volumetría se despliega hacia dentro a través del hormigón, que actúa como gran envolvente, con las paredes de ese mismo material o revestidas con mármol de Carrara –material presente también en los suelos–, granito gris y algunos volúmenes en madera de roble.
De este modo, una arquitectura imponente se alía con la austeridad material y una esmerada selección de mobiliario y obras de arte para crear una atmósfera refinada y de gran confort.