El tiempo no pasa en el Alentejo
Finca reformada y convertida en hotel rural por Manuel Aires Mateus en Portugal
En su finca familiar del Alentejo, João y Andreia Rodrigues levantaron, en colaboración con el arquitecto Manuel Aires Mateus, Casa no Tempo, un refugio blanco, de un estilo rural atemporal, donde todo es esencialmente bello. La finca perteneció al abuelo de João, quien quiso que la disfrutaran y cuidaran las siguientes generaciones. Su nieto tiene gratos recuerdos de infancia, de cuando acompañaba a su abuelo a cazar. Y deseaba darle una nueva vida a la finca, sirviéndose de la arquitectura para enlazar el pasado del lugar con el futuro, creando un marco atemporal donde gozar de campos de alcornoques, pastos, estanques y arroyos.
Aquí y allá, las piedras graníticas afloran y destacan entre los árboles o el agua como elementos de señalización dispuestos al azar. Es un idílico entorno que invita a los huéspedes de Casa no Tempo a explorarlo y a vivirlo. La ayuda y el asesoramiento de su buen amigo el arquitecto Manuel Aires Mateus resultó fundamental. Ya venían de triunfar juntos en otro original proyecto de alojamiento rural, Casas na Areia. Volvieron a construir una casa arquetípica, de una sola planta y con cubierta a dos aguas, con superficies teñidas de blanco y suelos tradicionales de barro seco que se mantienen cálidos gracias a la calefacción radiante.
El mobiliario es escueto y sencillo, combinando piezas de estilo minimalista con objetos artesanales. En los cuatro dormitorios-suite, las camas, armarios de madera y sillones de líneas simples ofrecen un confort contemporáneo y conviven con piezas decorativas que hablan del lugar y de sus tradiciones. Mullidos sofás tapizados de blanco ofrecen acomodo en el estar y en el plácido e íntimo rincón de la chimenea.
Una moderna cocina, blanca, con la encimera hecha en mármol del país, permite instalarse en el presente a la hora de cocinar. Un comedor corre en paralelo a la barra de la cocina, equipado para diez comensales, con una larga mesa de madera maciza y sillas Thonet a su alrededor. Este espacio se convierte a lo largo del día en el lugar de reunión familiar, de largas sobremesas envueltas en la brillante luz del Alentejo o en la sonora oscuridad de esta finca habitada por variadas especies de pájaros y animales de bosque. Y un denominador común en todas las estancias: los generosos ventanales y aberturas que dejan que la vista se pierda en la infinidad de esta naturaleza agreste y domesticada a la vez.