Era uno de esos antiguos pisos en la zona alta de Barcelona bien construido, pero demasiado fragmentado y oscuro, con un pasillo que va de una luz (ventanales a la calle) a otra (patios de luces a los que se asoman los dormitorios). En su proyecto para la Casa Balarí, Marcos Catalán y Víctor Bergnes han desmontado de manera radical esa distribución, organizando la planta según un esquema pensado para la comodidad doméstica: zona para moverse durante el día y zona para retirarse por la noche, contraponiendo dos lenguajes en su ordenamiento e interiorismo.
La intervención no ha suprimido, sino resaltado y revitalizado, el forjado estructural, en los amplios espacios conquistados para la dinámica convivencia de una familia joven. Un mueble modular de madera diseñado por los autores comunica las distintas zonas y –acierto muy remarcable del proyecto– elabora un retranqueo de ochenta centímetros, añadiendo grosor a la fachada para poder también ser habitada, enriqueciendo los interiores.
Hay que demorarse en esta solución del mueble modular, que participa de los distintos espacios adaptándose a ellos (variaciones para diversos contenidos) y que, además, modula la luz natural que entra por tres ventanas. Gracias a la continuidad flexible de ese mueble, las ventanas se convierten en pequeños espacios anexos, aptos sucesivamente para el descanso o la lectura, para un pequeño estudio y para armarios en la zona de la cocina.
El sofá, la mesa de comedor y el mueble-isla de la cocina han sido diseñados también a medida por los autores. Conviene comparar mentalmente esta sucesión de espacios amplios, blancos, luminosos, enhebrados a un lado, a lo largo, por un mueble modular de madera que acoge, en su recorrido, adaptaciones funcionales a tres ventanas con la distribución fragmentada y sombría del piso originario.
La reforma ha situado el área nocturna en la parte interior, y aquí el proyecto subdivide ámbitos para el recogimiento. Pero nada de “oscuridad”, desde luego. Un revestimiento blanco define el perímetro de esta zona (disimulando las puertas de los dormitorios y los armarios), y celosías blancas delimitan con ligereza y gracia el vestíbulo de entrada y la habitación con baño de las niñas. Una lista de madera corona el revestimiento blanco, integrando la cota superior de las puertas, las ventanas y los estantes del dormitorio principal, y contribuye a componer los alzados.
Vestidor y baño se entremezclan y reaparece la madera, modulando los armarios, y destaca el diseño del lavamanos blanco en medio de un espacio blanco y alargado marcado horizontal y verticalmente por listones de madera. Un par de butacas BKF rojas, una alfombra grana y algunas cortinas de terciopelo rojo componen el broche eufórico de una reforma que ha salvado y recuperado un antiguo piso barcelonés.