El paisaje ampurdanés engloba mar, montaña y campo, y, consecuentemente con ese modelo natural, la Casa Ter está formada por dos volúmenes que crean tres espacios diferentes, ramificados hacia cada una de las vistas circundantes: los campos horizontales de tonos marrones, el verde escarpado y boscoso y puntualmente, el mar. Y ello –afirman sus creadores, el estudio de arquitectura Mesura–, perturbando lo mínimo del entorno. El proyecto para esta casa moderna en el campo se caracteriza por la afirmación de un sentido fuerte del lugar a través de las formas, los materiales y la cultura constructiva local combinada con técnicas contemporáneas.
Los muros y paredes de ladrillo tienen como acabado un monocapa hecho con piedras del río Ter y piezas cerámicas de La Bisbal. El uso de la bóveda catalana acentúa la pertenencia al lugar. Dos volúmenes en L organizan, respectivamente, las áreas pública y privada, conectadas a través de un porche –interior o exterior según la circunstancia–, que suele convertirse en comedor al aire libre. La casa moderna es tan deslumbrante como el paisaje, con el que manifiesta un estrecho vínculo. Así lo remarcan sus autores: "Es una casa para la forma de vida mediterránea, lo cual quiere decir que buena parte del día la gente habita fuera, y no son raros los espacios ambiguos (cocina o sala de estar) que externalizan el interior, y al revés". Polivalente, la Casa Ter puede cerrarse o abrirse, y enmarcar el paisaje o zambullirse en él.