Como todo piso madrileño de la época, la distribución de esta vivienda era muy laberíntica, con un pasillo eterno con muchas puertas que llevaban a habitaciones pequeñas y el salón y comedor en dos estancias diferenciadas. Para aliviar esa sensación claustrofóbica, los arquitectos Ana Arana y Enrique Ventosa, fundadores de Plutarco, decidieron unificar el espacio utilizando la geometría en T de la planta para organizar los usos y mantener el techo continuo en toda la vivienda.
El proyecto se inspira en los grandes maestros del color: Le Corbusier y Alvar Aalto, ya que desde un inicio se planteó el color como un material constructivo más. Más explícitamente, el trabajo es un homenaje a la Casa La Roche- Jeanneret: "Nos encantó cómo cada plano tiene un color y todos ellos se complementan a la perfección. Por eso decidimos utilizar el beige cálido para paredes, el verde agua para el techo y los terracotas para los acentos de color. La idea era mirar atrás, aprender de los maestros y plasmar una vivienda actual y contemporánea con unas raíces muy marcadas, creando así una dualidad temporal y utilizando el color como nexo de unión con lo que se construyó hace cien años".