La interiorista Isabel López Vilalta, cuando entró en este ático en Barcelona del que le habían encargado la reforma, se enamoró. Por eso decidió que haría los cambios mínimos, para actualizar la vivienda sin perder su preciosa esencia. Entre las cosas que resolvió no tocar estaba la distribución que ella consideró que era la adecuada para el nuevo uso que se le quería dar. De la misma forma, conservó las molduras que decoran la mayoría de las paredes y por las que el antiguo propietario de la casa, un prestigioso cónsul, sentía debilidad. A lo que no se pudo resistir la interiorista, sin embargo, fue a ceder una parte del amplio salón a la terraza ya existente; la situación pospandemia le animó a ello.
La casa, que ha sido escenario de elegantes recepciones desde 1940, conserva todo el glamur de sus espaciosas habitaciones gracias a la presencia de la luz natural y a una combinación de materiales a la que López Vilalta ha hecho dos incorporaciones: la madera de roble ahumada, que rompe con la paleta de tonos claros en el comedor o el despacho, y el mármol de Carrara, que convierte el baño en un lugar muy exclusivo.