Las vibrantes y creativas personalidades de los dueños de esta vivienda de tres pisos quedan reflejadas por doquier en el espacio, la vibrante reforma hace que las características ornamentales de la arquitectura georgiana casen alegremente con el atrevido diseño lleno de inflexiones artísticas.
Diez años han pasado desde Michaelis Boyd combinara dos pisos de este edificio convirtiéndolo en un dúplex de cuatro dormitorios; ahora, el estudio de arquitectura con sedes en Londres y Nueva York ha revisado la propiedad para dar respuesta a los gustos contemporáneos y a las nuevas necesidades de los propiedades, ampliando el espacio con un tercer piso adicional. El resultado es una serie de espacios llenos de luz que combinan el patrimonio arquitectónico del edificio con un sentido ecléctico de sofisticación contemporánea y extravagancia irreverente.
El punto focal de la casa, tanto conceptual como visualmente, es la escalera flotante de un brillante color rojo que conecta el espacio habitable del primer piso con los cuartos privados del segundo, un espectáculo arquitectónico cuyo tono vibrante y particular construcción convierten esta escalera, diseñada en colaboración con Diapo y Webb Yates Engineers, en una obra de arte escultórica. Su original diseño está inspirada en la instalación que el artista Dos Ho Suh tiene en la Tate Modern, Staicase-III, parte de una serie de obras basadas en los recuerdos personales del artista referentes a los espacios arquitectónicos. Los arquitectos han sustituido la tela de poliéster roja utilizada por el artista por metal perforado, reproduciendo las cualidades etéreas de la obra de arte sin poner en riesgo la integridad de la construcción. Esta estructura encapsula los intereses artísticos de los propietarios, uno de los cuales es un coleccionista y consultor de arte parisino. Michaelis Boyd se propuso, en este proyecto, que el cliente viviese en su arte en lugar de exhibirlo.
Los demás espacios se han mantenido lo más abiertos y luminosos posible, derribando paredes internas y reemplazándolas por mamparas de vidrio con marcos de acero y agregando tragaluces ahí donde fuera posible.
En el segundo piso, cuatro habitaciones amplias y luminosas y un vestidor son el paradigma de la elegancia minimalista. Con azulejos geométricos e inesperados tragaluces en los baños, se crean acentos divertidos en el espacio. En el tercer piso, una sala familiar incluye un salón un comedor y una cocina; una pared en tonos pistacho con estanterías integradas en gris oscuro muestra la colección de juguetes de los niños. En toda la casa, las características de la época, como las yeserías del techo, se yuxtaponen ingeniosamente con los muebles de mediados de siglo y las colecciones de arte contemporáneo de los propietarios, así como con las extravagantes intervenciones del diseño de interiores de Michaelis Boyd, creador comprometido con su meta, la de desafiar las expectativas.