La Casa Etérea está inspirada en la "arquitectura emocional", concepto acuñado por el arquitecto mexicano Luis Barragán y el escultor y pintor Mathias Goéritz para describir edificios capaces de fomentar estados de ánimo. Los espejos que forran toda la casa ofrecen una profunda experiencia sensorial. Según la hora del día, la estación del año y la línea de observación, las fachadas reflejan las montañas, el fulgor de la salida del sol, los tonos violáceos del anochecer y la oscuridad perforada de estrellas en el cielo del desierto. La casa está concebida como un escondite íntimo, revestida de espejos, que misteriosamente desaparece en las laderas de Palo Huérfano, un volcán extinguido, en las afueras de la ciudad mexicana de San Miguel de Allende.
El proyecto –en parte arquitectura, en parte instalación artística- pertenece al diseñador y escritor Prashant Ashoka (originario de Singapur, residente en México), que se propuso construir un "teatro de la naturaleza", cuya obra visual sobre las superficies verticales reflectantes cambia de argumento (colores, formas, movimientos) todos los días. La vivienda consta de dos volúmenes cúbicos y sus interiores están bendecidos con vistas panorámicas, gracias a las puertas correderas de vidrio que abarcan del suelo al techo. Los muros de hormigón y las vigas de madera del techo construyen una estética depurada, entre lo vernáculo y lo contemporáneo, con materiales naturales como el yute, la piel, la madera y la piedra que expresan los colores y las texturas del paisaje. Los muebles del estudio Namuh trascienden la frontera entre arte y diseño, y la bañera de cobre no tiene nada que envidiarle a una escultura.