Cuenta la interiorista Mariona Espinet que cada espacio esconde una oportunidad. Así sucedió cuando ella y su marido compraron esta casa en pleno corazón del barrio de Sarrià, en Barcelona. La primera planta –donde se encuentran los dormitorios, el estudio y los baños– ya era una vivienda; pero en la planta baja, que hoy alberga la cocina, el comedor y la sala de estar, existía un viejo parking oscuro que, para unos ojos menos entrenados, no ofrecía grandes posibilidades.
"El mayor reto de la reforma consistió en ganar luz natural", destaca Mariona. Para ello, y junto al estudio de arquitectura RRIO, quitaron la cubierta de uralita transformando parte de ese garaje en un patio interior, nuevo corazón de la casa. "Además de iluminar todas las estancias, ganas ventilación y calidad de vida", añade. Otro de los desafíos fue, según la interiorista, "hacer que en un solo espacio convivan tres –cocina, comedor y salón– sin levantar muros, que podían restar más luz". Los apeos se convirtieron en la mejor solución.
Junto a la luz, existe otro gran protagonista: el color. "Las tonalidades oscuras dramatizan la falta de iluminación natural", afirma Mariona. La mezcla de azul verdoso, rosa, terracota y mostaza crea una serie de interesantes contrastes que se repiten en la vivienda. Algo similar sucede con las texturas. El suelo mantiene una gama cromática en diferentes materiales: parquet, moqueta y microcemento. Una forma de jugar con las sensaciones, pero también de crear armonía. "La combinación de colores y texturas actúa como hilo conductor al tiempo que aporta personalidad a cada estancia", señala la autora. El mobiliario y la decoración, con muchos diseños a medida (incluidos algunos cuadros, pintados por la propia Mariona), juegan con el eclecticismo. Otro punto que juega a favor de la intención inicial de la reforma: "Crear una casa realmente acogedora".