Esta casa en la campiña británica rompe con cualquier estereotipo de casa de campo
Ecléctica y artística, la creación más personal del arquitecto Adam Richards, se levanta en el condado de Sussex bajo una singular apariencia postindustrial.
El arquitecto Adam Richards tenía claro que a la hora de dejar la ciudad de Londres para instalarse junto a su familia en plena naturaleza, en el condado británico de Sussex, quería una vivienda fuera de convencionalismos. Para ello, tomó como punto de partida la arquitectura del siglo XVIII, el paisaje natural circundante del Parque Nacional de South Downs y el trabajo cinematográfico del realizador ruso Andrei Tarkovsky. Junto a ese sinfín de referencias, más o menos explícitas dentro de la expresión final del edificio, no ha faltado la funcionalidad para dar respuesta a las necesidades del propio arquitecto y las de su familia. La limitada paleta de materiales, a base de hormigón, madera, ladrillo y zinc, y su detallado cuidado a la hora de emplearlos, es parte de la seña de identidad del proyecto.
Construida sobre la huella de una antigua granja, la forma escalonada del edificio, una caja de hormigón revestida de una pared exterior de ladrillo, incorpora aperturas arqueadas dispuestas estratégicamente. De este modo, la luz y el paisaje natural del exterior penetran en el interior, no de forma explícita a través de un muro de vidrio, sino dejando que los arcos enmarquen vistas específicas del entorno. La entrada a la casa se realiza a través de una discreta y modesta puerta que, más adelante, se abre a un espacio diáfano de gran altura donde se emplaza la cocina, presidida por una amplia isla de trabajo. Además de la cocina, en la planta baja se encuentra la sala de estar, dos comedores separados, un estudio y una sala de juegos. Paredes y techos de hormigón sobre los que se yuxtaponen piezas de épocas y estilos muy dispares, convierten al interior de la vivienda en todo un universo personal de su autor y propietario.
Unas pocas escaleras angulosas hacia arriba y se llega a los dormitorios, equipados con grandes ventanales que parecen traer el ondulante entorno verde a la propia casa. A medida que se sube de nivel, y se deja el espacio más público, surgen toques más personales. La circulación es más bien serpenteante, emulando la de las viviendas diseñadas por el arquitecto británico Edwin Lutyens. Mientras que Lutyens empleaba esta técnica para entregar casas más grandes de lo que sus clientes podían permitirse, Richards lo emplea para ir desvelando habitaciones y espacios de forma poética. Al final, la monumentalidad de la casa, con cerca de 400 m2 de superficie, parece desdoblarse en un conjunto de nichos y espacios que responden al principal propósito del proyecto: crear una vivienda familiar acogedora y muy habitable.