Desde aquellas minúsculas figuras de cobre fabricadas hace cinco mil años, descubiertas en perfecto estado en excavaciones, este material metálico proporcionado por la naturaleza ha aportado su amplio abanico de cualidades a la historia del arte, del diseño y de la arquitectura. Y ahora lo tenemos aquí, revistiendo partes de las fachadas de esta casa que se encuentra en las afueras de la ciudad de Gante (Bélgica).
El cobre y el cristal son los materiales que se reparten la superficie exterior de esta finca de recreo que atrapa la atención –por su forma, su color y sus reflejos– de cualquiera que visite el lugar, poseedor a la vez de cierto interés histórico. En la parcela quedan restos de la muralla que limitaba los dominios de un castillo destruido durante la segunda guerra mundial, y ese rastro de memoria protege ahora una casa proyectada por el estudio de arquitectura Graux & Baeyens, y que recibió en 2015 una mención especial, así como el reconocimiento del público, en los Premios Europeos del Cobre en la Arquitectura.
Se trata de un volumen de una sola planta, con cubierta a dos aguas, que se inspira en modelos arquitectónicos tradicionales (como el caserón rural o el granero), pero dividido con amplias fachadas de vidrio que crean, a través de transparencias y reflejos, una relación sensible con los altos árboles y la muralla histórica que la rodean. Situada al fondo de la parcela, la casa está concebida como un pabellón de recreo, sin parte delantera ni trasera, con dos fachadas idénticas y un ángulo de visión de 360 grados del entorno.
La construcción presenta una forma inspirada en el pasado rural, pero con una potencia de escultura, de objeto que se exhibe a sí mismo y que al mismo tiempo revela el mundo que contiene (los interiores blancos y luminosos) y el verde y el ocre (jardín, arboleda, terrazas de piedra, muro antiguo) que lo envuelve. Son múltiples los juegos visuales que surgen y se suceden entre el interior y el exterior, según rodeemos la casa por el jardín o la recorramos a través de las estancias.
A cierta hora de la tarde, ante una de las facetas de vidrio, podemos disfrutar del espectáculo (efímero, cambiante) de un interior blanco con escalera en espiral que se entremezcla con el reflejo de los árboles y las nubes. Es extraño y fascinante el efecto, sobre todo porque esas figuraciones dibujadas en la transparencia se alternan con las facetas de cobre. “El revestimiento de cobre aporta al proyecto una dimensión poética”, han señalado sus autores. Se refieren al modo en que este metal evolucionará con el paso del tiempo, adquiriendo una pátina que será el correlato de los ocres y verdes de los árboles que se reflejan en su fachada de cristal.