Rendirse ante la belleza de un lugar como el archipiélago de Estocolmo es natural, solo alguien falto de sensibilidad no lo haría. Rendirse ante la arquitectura de esta casa es igual de fácil: todo en ella respira joie de vivre gracias al buen hacer del estudio sueco de arquitectura John Robert Nilsson Arkitektkontor. Este delicado paralelepípedo se encaja en una meseta rocosa del archipiélago de Estocolmo, asomado al mar y la boscosa línea de costa y encarado a las puestas de sol. Un entorno de gran belleza del que se contagia esta arquitectura esencial que, sin embargo, esconde un complejo proyecto de diseño.
A la casa se accede por su cara norte: un muro prácticamente ciego y pintado de negro mate recibe al visitante. Al cruzar la puerta –una celosía de madera de roble, lo primero que se experimenta es sorpresa: tras ese denso muro todo es transparencia, no existen fronteras visuales entre interior y exterior, la luz y el paisaje se adueñan del espacio diáfano teñido de blanco y casi desnudo. La siguiente impresión es de admiración; esta arquitectura esencial es deslumbrante. Ahora que “integrar la vivienda en el entorno” es el objetivo de muchos arquitectos, Hohn Robert Nilsson no ha pretendido mimetizarse con el paisaje sino construir un “objeto concreto”, que en este entorno natural resulta abstracto, con la idea de que así se intensifiquen los ricos matices de la naturaleza.
Una de las intervenciones que contribuyen a la ligereza con que se percibe la edificación ha sido encastrar los marcos inferiores de las vidrieras correderas en la piedra caliza de Gotland que pavimenta exteriores e interiores. La cubierta se prolonga en unos voladizos que protegen la casa de la insolación y la asientan sobre el terreno. La planta de la casa, de forma rectangular, está dividida en dos esferas: una social y otra privada. A la primera pertenecen el salón, el comedor y la cocina, que comparten un único espacio diáfano. En la privada, la zona de almacenamiento, los baños y los dormitorios, que están aislados mediante paredes de la zona de comedor pero abiertos a la naturaleza a través de los paramentos acristalados.
En los acabados se han utilizado un reducido y selecto grupo de materiales que se van transportando a las diferentes zonas de la casa. La piedra caliza de Gotland, la madera de fresno, paredes y techos pintados de blanco mate y los elementos de aluminio lacados también de blanco realzan la esencia minimalista de Villa Överby, que destaca en el paisaje arbolado. Desde la zona de día, encarada al sur, se produce un espejismo: la piscina desbordante, situada al borde de la terraza, se prolonga en el mar.
Por la fachada oeste, la visión es real, aunque cueste creer que una vista tan espectacular sea cierta: la puesta de sol se ve en primer plano y en el interior de la casa, la luz adquiere primero un tono amarillento hasta teñirse de un intenso naranja que anuncia que el día se acaba. Esta estética teatral, se combina con un minimalismo conceptual que esconde, un gran respeto medioambiental y avanzados sistemas tecnológicos, porque la sostenibilidad no depende solo de la forma, sino también del contenido.