Esta casa nació del enamoramiento pausado de sus autores por el lugar. Allí, en una parcela adquirida años atrás, Jose María Churtichaga y Cayetana de la Quadra-Salcedo, del estudio Churtichaga+Quadra-Salcedo, decidieron construir una cabaña de madera que atrapara la belleza serena y austera de este rincón de Castilla.
Esta casa de madera, de cubierta plana y una gran zona central abierta por ambos lados, aparece impregnada y hasta constituida por la naturaleza, casi indiscernible entre los fresnos centenarios, los prados, los arroyos, las rocas, las zarzas, las sierras lejanas… Ese espacio franqueado de puertas correderas transparentes reúne porche y salón, y se extiende en plataformas perpendiculares a la forma alargada de la casa. La madera del exterior es de pino gallego cuperizado y los interiores se revistieron con alerce siberiano, esos árboles con hojas que amarillean en otoño.
Acabamos de escribir una palabra, “amarillo”, que es algo así como la “contraseña poética” de este proyecto. Detalle que no sorprende, teniendo en cuenta que sus autores son un estudio madrileño con especial sensibilidad por la dimensión sostenible de la arquitectura y por una concepción de “vasos comunicantes” de los procesos creativos que pueden dar lugar tanto a esta casa de madera en el campo segoviano como a un pabellón deportivo en la ciudad, un barco o una butaca de cine. En este caso, la palabra amarillo –decíamos– es la clave del proyecto. Y no solo el “color” como las connotaciones de la palabra que lo designa: el sustantivo que lo nombra y el verbo que describe el movimiento natural de “amarillear”.
No se alude aquí al amarillo solar andaluz o caribeño, sino a sus tonalidades castellanas. A los líquenes que amarillean en los troncos grises de los fresnos. En realidad, los únicos elementos de la vivienda pintados voluntariamente en neto amarillo son la puerta de acceso y la chimenea. El resto –casa y paisaje– está hecho de tonos castaños, ocres, azafrán, canela, miel… Variaciones del amarillo que traducen la mutación continua de la materia natural.
Al parecer, la contemplación de este paisaje antecedió largamente al proyecto. “Finalmente, decidimos construir aquí un refugio, un umbral con dos miradas, al este y al oeste. Al sentarse en el umbral, la casa desaparece y prosigue el mundo en amarillo”.