Destinada a segunda residencia y ubicada en una pequeña población del Baix Empordà donde predomina la combinación de piedra y ladrillo visto, el proyecto arquitectónico del estudio Alventosa Morell Arquitectes se ha basado en la integración de la casa en el paisaje y en la creación de un hábitat íntimo y bioclimático, aprovechando las bondades del clima mediterráneo.
La propuesta nace a partir de un muro y de dos franjas que delimitan distintos usos espaciales. El muro de piedra del lugar marca el límite del terreno de manera compacta (con solo aberturas de acceso), protegiendo la casa del ruido de la carretera. En esa franja se ubican las áreas húmedas secundarias (baños, lavaderos), configuradas en tres volúmenes de obra vista que, a su vez, generan tres patios especialmente bienhechores en cuanto a ventilación e iluminación natural.
La segunda franja está dedicada al espacio principal diáfano (cocina, comedor y sala de estar) y las habitaciones. Toda esta amplia sección de la vivienda, orientada al sur, mira al jardín interior y se abre a una terraza pavimentada, en un nivel superior (respecto del jardín y la piscina). Porticones de madera protegen las habitaciones de la radiación solar. En cambio, en el espacio diáfano la luz exterior llega filtrada por una pérgola metálica y unas cuantas glicinas que pronto crecerán, abigarradas, alumbrando el jardín con sus racimos de flores lilas.
El sistema constructivo, basado en muros de carga de obra manual o piedra del lugar que soportan los forjados de hormigón, está concebido de un modo que garantiza su prestancia bioclimática y, también, la posibilidad de ampliar o cambiar algunas zonas, según las necesidades espaciales de la familia.
Las soluciones del interiorismo aprovechan con elegancia y ligereza las condiciones otorgadas por la idea arquitectónica, creando atmósferas que se perciben todo el año como primaverales, ventiladas por brisas naturales (no por chorros de frío artificial), abrigadas por la tibieza del sol y la abundante madera en revestimientos y muebles, o refrescadas gracias al filtro de los porticones, la pérgola y las glicinas.
Desde el interior, sobre todo desde la sala de estar y el comedor, la visión de esas finas líneas verticales de ladrillo que fragmentan el panorama exterior contribuye a la creación de una atmósfera propia, de un mundo privado que conjuga elementos decorativos de elegancia contemporánea y signos (en materiales, en formas) de pasado campesino, de construcciones artesanales y una sabiduría bioclimática heredada. El muro de piedra ampurdanesa y la franja intermedia (con un suelo de grava) alejan la casa de la carretera ruidosa.
Las piezas de mobiliario y decorativas que pueblan los interiores articulan una diversidad de buen diseño, que va desde la suave nobleza y la sobriedad en los valores cromáticos (grises, verdes oscuros, mullidos castaños) hasta alguna pícara provocación amarilla o azul eléctrico.