Una típica casa adosada de estilo italiano y siglo XIX en pleno Nueva York que necesitaba ser rescatada para hacerla recuperar todo el encanto que siempre ha tenido. Y al estudio Palette Architecture se le ocurrió combinar lo tradicional y lo contemporáneo añadiendo un nuevo volumen. Un cubo. Bueno dos, o casi. Mejor que lo cuenten ellos. "La vivienda es una histórica casa de piedra rojiza de Brooklyn, Nueva York", aclara Peter Miller, socio de Palette Architecture. "De estilo italiano de finales del siglo XIX, necesitaba ser rescatada. Después de que los propietarios anteriores eliminaran los detalles, las particiones y los materiales originales, el espíritu del edificio se había perdido y tenía un estilo algo confuso. Así que era necesaria una revitalización del carácter original de la casa, con conexiones contemporáneas con la historia y la naturaleza".
¿Cómo? Miller nos da la clave. "El enfoque arquitectónico fue doble. Además de crear un umbral para resaltar las innatas cualidades históricas de la propiedad tallando un agujero cuadrado de 1,5 metros cuadrados en la parte trasera de la casa, nos esforzamos por generar nuevas conexiones contemporáneas a través de un cubo de 1,8 metros cuadrados situado en el patio trasero".
Un cubo de conectividad
La adición del cubo es una extensión de doble altura mínimamente adornada que contrasta con los pisos superiores. Está libre de molduras y tabiques, característica que se extiende por todo el nivel del jardín. "El borde de los espacios de la cocina, los márgenes elegantemente delgados del suelo personalizado en espiga y las líneas finas de cada lámpara, establecen la estética de este piso. Ambientes auxiliares, como la despensa, las escaleras del sótano, el tocador y la bodega, llenan el estrecho espacio a lo largo del borde occidental de la cocina".
"La forma del cubo permite una variedad de espacios al aire libre y las aberturas cuidadosamente diseñadas acentúan las conexiones con la naturaleza", explica Miller. "Por ejemplo, la cara superior del cubo presenta una gran claraboya asimétrica que brinda una conexión tangible con el entorno exterior, lo que permite a los residentes seguir el paso del tiempo y el clima desde el interior". El tragaluz también crea un vínculo visual entre la terraza de la azotea, parcialmente cubierta, y la gente que está dentro. "La cara posterior del cubo presenta cuatro puertas de cuerpo entero y un muro-cortina de vidrio cuadriculado que da a una fachada de ladrillo y unos jardines".
Un piso superior diferente
En contraste con los pisos inferiores, los niveles superiores están más divididos. En el primer piso, los invitados son recibidos en un salón abierto pero formal. Grandes puertas correderas se abren a una biblioteca trasera que conduce al cubo de abajo. Los adornos, molduras y colores de estilo italiano distinguen la biblioteca y el salón, evocando el verdadero sentido del carácter original del edificio. Una escalera de madera reformada conduce desde el vestíbulo de entrada al segundo piso.
En la parte superior de las escaleras, un estudio lleno de estanterías y un par de puertas de vidrio, conducen a una terraza en la azotea con vista al jardín. El segundo piso también incluye el dormitorio principal en suite, que cuenta con una chimenea y un baño revestido de mármol. El tercer piso cuenta con un par de dormitorios y baños, cada uno con revestimientos de paredes, accesorios e iluminación únicos. "Los aspectos tradicionales y personalizados de los pisos superiores contrastan con las cualidades simples y aireadas del nivel del jardín y el cubo", concluye Peter Miller. "Sin embargo, el cubo los armoniza y media la interacción del interior y el paisaje".