Cadaqués marca estilo. Aunque ahora es una meca del turismo, no ha perdido su esencia marinera. Como nos cuenta Bea Bombí, autora del interiorismo de esta casa de pueblo en hilera, la normativa municipal es estricta: las fachadas deben ser blancas y las carpinterías verdes, azules o rojas carruaje. Por esta última opción se decantaron la arquitecta Elvira Gómez y Bea Bombí, del estudio Bombí+Gómez, eligiendo el color que más la devolvía al origen. También decidieron conservar los arcos y la bóveda de planta baja, pavimentar esta planta con piedra de pizarra extraída de canteras locales, repicar las paredes hasta encontrar la piedra de los muros originales y encalarlos de blanco, utilizar la cerámica vitrificada propia del Empordà y optar por el pino cepillado, el iroco y el tablero marino para las carpinterías.
A nivel compositivo destaca el contraste entre la fachada de acceso –vernacular, pintoresca, noble, jerárquica, con aberturas labradas color rojo carruaje– y la fachada a patio, más racional, austera, con aberturas simples sobre un plano blanco, telón de fondo del jardín seco, de gravas y piedras, sobre el que se erige esa volumetría. Todo en esta casa es ahora nuevo –antes de la reforma era una ruina–, pero habitándola se siente que hace mucho que ha estado ahí, esperando que la rescataran.