Esta casa de fin de semana del Taller Héctor Barroso está conformada por cuatro volúmenes que se dispersan sobre un terreno plano rodeado del bosque de Valle de Bravo, en Avándaro, a 150 kilómetros al oeste de Ciudad de México. Cada volumen cuenta con distinta orientación —de acuerdo a su programa—y se articula mediante un vacío central, un espejo de agua que se mimetiza con el lugar. Una sucesión de elementos llevan el ritmo del proyecto y estructuran los pórticos mediante los cuales se generan transiciones. Pausas que permiten admirar el contexto, observar los materiales sin tratar y apreciar las inferencias del tiempo. En las intersecciones entre los volúmenes se crea un ritmo distinto, que busca brindar privacidad a través de estrechas celosías para proteger los espacios más íntimos. El equilibrio entre las repeticiones de los materiales y su sistema constructivo vernáculo componen una construcción en armonía con el lugar. Cada elemento mantiene una secuencia que consolida una arquitectura que dialoga y respeta su entorno.