Casa Vermelha, una antigua bodega reformada con mucho rollo

Extrastudio rehabilita una antigua bodega a las afueras de Lisboa y la transforma en una casa muy atractiva que respira contemporaneidad sin renunciar a sus raíces.

Casa Vermelha

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Protegido de las embestidas del océano Atlántico por las colinas que componen el Parque Natural de Arrábida, Azeitão disfruta de un microclima mediterráneo que ha atraído a vivir hasta aquí a muchos lisboetas que huyen del mundanal ruido de la capital. Solo hay que cruzar el largo puente 25 de Abril para estar en otro mundo y desconectar. Un mundo donde por cierto se producen algunos de los mejores vinos de Portugal. Brindemos por ello.

Eso hicieron los propietarios de esta vivienda rehabilitada por Extrastudio. Ubicada en la parte posterior de la carretera principal del pueblo, esta antigua bodega convive con un vecindario formado por viviendas tradicionales. El antiguo huerto con naranjos es ahora el jardín. Conservar esa antigua huerta determinó todo el proyecto. 

Se abrieron los mínimos huecos a fin de no tocar los árboles y en lo menos posible la vieja instalación. El resultado es una casa de dos plantas que conserva su estructura original pero que resulta, a la vez, contemporánea.

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Junto al huerto, se ha ubicado una piscina natural, en consonancia con la ideología de los arquitectos a la hora de diseñar el proyecto: respeto por los elementos naturales. 

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La memoria de las generaciones pasadas sigue presente en las formas arquetípicas.

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Debajo, en una planta abierta, se dispone la parte pública de la casa: el salón, el comedor y la cocina.

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Arriba, recogidas del exterior por imperativo arbóreo, quedan las habitaciones, “generando una secuencia de vacíos colocados estratégicamente, que crean espacios de doble y triple altura en la planta baja”, explican desde el estudio. 

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La casa es un reflejo de un estilo de vida basado en integrar la tradición en los espacios contemporáneos. La fusión de ambos mundos –ayer y hoy– da como resultado una sinfonía cargada de sensibilidad. 

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El hueco que se ha abierto en la parte inferior de la fachada principal tiene el objetivo de llenar la planta baja de luz natural. Las intervenciones llevadas a cabo en esta reforma son mínimas para respetar la construcción original. 

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Debajo del techo a dos aguas destaca una ventana de ojo de buey que aporta luminosidad al piso de arriba y ayuda a ventilar. 

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Se insertó un patio en una de las esquinas para llevar luz en las áreas más oscuras de la casa.

 

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Accesible a través de un estrecho callejón, contaba con un huerto sombreado por naranjos que es hoy el jardín, un oasis de vegetación en mitad del congestionado vecindario.

 

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Para el baño se ha optado por un diseño muy puro. El mármol blanco protagoniza el suelo y las paredes, convirtiéndolo en un espacio sutil y elegante. La naturaleza se cuela en el paisaje interior gracias a la presencia de un amplio ventanal. 

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La casa está situada en Azeitão, una localidad portuguesa protegida de las embestidas del Atlántico gracias al Parque Natural de Arrábida. Muchos lisboetas llegan aquí deseando desconectar de la capital. 

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En la parte superior, destinada a los dormitorios, se han intercalado una serie de huecos que fomentan la conexión con la planta de abajo. 

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En el frontal que mira al jardín se practicó un corte por abajo, de 14 metros de largo, que crea un ventanal corrido de un extremo a otro.

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El comedor es elegante pero con un punto informal, favorecido por sillas distintas. Del alto techo cuelga una lámpara esencial que ilumina la mesa de forma poética. 

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Situada detrás de la carretera que cruza el pueblo, la casa fue en origen la bodega de los abuelos de uno de los clientes del estudio de arquitectura.

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Con la finalidad de conservar la naturaleza circundante y de preservar la estructura original, el estudio tuvo que asumir que no podía abrir ventanas en los lados de la fachada que miran a los vecinos, pero sí en las demás. 

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La cocina respira naturalidad, de la mano de una composición simétrica formada por una encimera de mármol y una barra de madera. Una puerta corredera de cristal separa la cocina del comedor. 

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Por la noche, el ojo de buey adquiere una dimensión mayor. El contraste entre la luz procedente de dentro y la oscuridad de la noche crea un efecto hipnótico. 

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