Fran Silvestre se luce con la Casa Hofmann
El arquitecto valenciano plantea una inteligente solución en T para que la vivienda goce de privacidad disfrutando de las vistas al Mediterráneo
Fran Silvestre es un amante de los retos constructivos. En aquella Casa del Acantilado que le hizo descollar al inicio de su carrera, planteó una vivienda en forma de L para que sobrevolara sobre la pendiente. Fue una audaz respuesta técnica a un terreno en caída con un aparente sencillo planteamiento lógico: es como si cogieras un libro de tapa dura y lo colocaras de esa forma para poner luego otro encima. Este sistema, además, resultaba más barato que la obra tradicional y menos agresivo con el medio ambiente al evitar los movimientos de tierra.
Su última obra, la Casa Hoffman, es una T. Una cubierta extrusionada en la dirección longitudinal del terreno con esa forma constituye la estructura bajo la que se encuentra la vivienda propiamente dicha. Tal geometría permite sentir el mar protegiéndose de las miradas ajenas, además de ayudar a controlar el sol del sur durante el verano, que lo deja pasar delante en invierno. La cubierta transitable se transforma en una suerte de belvedere que disfruta de toda la superficie de la parcela. Un paisaje rodeado de jardines, y una parcela con la oportuna elevación para ver de lejos el mar y refrescada por una agradable brisa, fueron el punto de partida para este proyecto.
Un único mueble exento alberga la estructura y distribuye los espacios filtrando la privacidad, abriendo posibilidades en la forma de circular por la casa y de usar ese espacio. La sala principal, bajo la sombra en voladizo, fluye hacia el exterior sin apenas interrupción. El interior del mueble define la escala de la vivienda cuando cae la noche. El estudio se abre en la esquina con las mejores vistas. Estos dos elementos, cubierta y mueble, se depositan sobre la base de piedra en la que se excavan la lámina de agua y el resto de usos de la casa adaptados al desnivel natural de la parcela.