Levantar una casa en un paraje de estas características es todo un reto cuando se trata de tener repeto por el paisaje y por la arquitectura propia del entorno, y resolver todo ello con la máxima funcionalidad. Con este desafío sobre la mesa, el arquitecto Jacq de Brouwer, del estudio Bedaux de Brouwer Architects, diseñó una vivienda con una forma de vida excepcional, que permite a sus propietarios experimentar las mejores estampas de este frondoso entorno en cualquier estación del año. Con las casas típicas de la campiña de Brabante –región a caballo entre Bélgica y los Países Bajos– como referencia, su única planta se extiende en línea horizontal sobre un jardín ideado por la paisajista Niké van Keulen, de MTD. Su interior lo firma el estudio de arquitectura Ina Matt, que ha sabido combinar con maestría confort y funcionalidad, a través de líneas muy depuradas y la madera como telón de fondo.
No es casualidad que muchos de los muebles que ocupan los diferentes espacios de la casa sean de la firma Functionals ya que su propietario, Simon van Esch, es gerente de esta empresa. Una marca que ofrece muebles y artículos del hogar creados en exclusiva por diseñadores innovadores que comparten una atrevida estética, el respeto por la artesanía y la atención al detalle. Por otro lado, Myra van Esch, su esposa, es la creadora de la mayoría de esculturas que decoran las habitaciones.
Con estos antecedentes y la pasión de ambos por el arte y el diseño, solo cabía esperar que confiaran el proyecto de su residencia –galardonada en 2015 con el premio BNA Best Building en la categoría de Viviendas Privadas– a una experta visión como la del estudio Bedaux de Brouwer Architects y a su compromiso de crear espacios atemporales, que se centran tanto en las personas como en su contexto.
En base a esta premisa proyectaron una vivienda de planta lineal, con 27 metros de longitud, en el bosque de Oisterwijk, al sur de los Países Bajos, en una parcela situada entre los pantanos de Speyckven y Brouwkuip. Su estructura de madera oscura rememora el antiguo granero que ocupaba anteriormente su lugar. La planta se organiza a partir de un eje central cortado por paneles y tabiques que no alcanzan el techo y que sirven de separación para las diferentes estancias, pero que permite el tránsito por cualquiera de sus laterales. Esto da lugar a una superficie bastante diáfana, principalmente en las zonas de recreo, con ambientes muy bien definidos.
La fachada que mira hacia la carretera principal es la única prácticamente cerrada, con el objetivo de preservar su intimidad, mientras que el resto del alzado lo conforman grandes ventanales que ofrecen magníficas vistas del entorno y permiten la entrada de la luz natural.
Pese a una aparente fragilidad de su estructura acristalada, esta casa está cimentada sobre una sólida base de hormigón que, a modo de tatami, soporta robustas vigas de hierro y madera rematadas por un techo a dos aguas, tan característico de las construcciones rurales de esta región. El revestimiento en madera de la casa la integra con el entorno y potencia aún más, si cabe, la calidez de su diseño interior, caracterizado por las tonalidades naturales, suaves. Sin duda, es una casa en perfecto equilibrio con el paisaje, que respira funcionalidad, diseño y confort a partes iguales.