Un ático moderno y luminoso con dos terrazas en el barrio de Salamanca de Madrid

Una antigua academia de pintura en el madrileño barrio de Salamanca se transforma en un práctico apartamento tras la reforma de Langarita Navarro.

Penthouse H, de Langarita Navarro.

Los áticos forman una peculiar geografía urbana. Su condición de remate de lo edificado suele dar lugar a sorprendentes singularidades apenas imaginables cuando uno pasea a ras de suelo de la ciudad. Cúpulas, templetes, terrazas y torreones conviven con jardines, antenas, cerramientos ilegales y cubiertas de teja. El Penthouse H, de Langarita Navarro, se encuentra en la última planta de un edificio tradicional del barrio de Salamanca de Madrid. Era un antiguo taller de pintura, y, por eso, poseía características especiales, como un amplio ventanal que iluminaba todo el espacio de trabajo. La reforma quiso trabajar con los elementos primigenios, dándoles un nuevo enfoque. El resultado es una vivienda con dos terrazas a norte y a sur, una cocina diáfana y un dormitorio con vistas. 

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El ámbito bajo el altillo sirvió para resolver la cocina, la escalera de subida y el almacenamiento de la casa. 

Su antigua función original era la de academia de pintura, con un volumen principal a dos aguas de una altura de siete metros en la cumbrera y un gran ventanal de hierro orientado a norte para una iluminación homogénea del espacio de trabajo.

 

En el cuerpo principal se rehizo un precario altillo con una solución capaz de resolver estructura y climatización minimizando el impacto visual.

Ubicado en el barrio de Salamanca de Madrid, el ático Penthouse H formaba parte de la sexta planta de un típico edificio burgués de principios del siglo XX. 

Orientada a norte, encontramos esta terraza alargada que integra un torreón con un pintoresco remate que inspiraría algunos de los cuadros del antiguo taller. 

En las habitaciones, un cuerpo de mobiliario y ventanal construye un límite permeable con el exterior. 

La reforma llevada a cabo por el estudio Langarita Navarro recrea un mundo fantástico, inventando operaciones arquitectónicas próximas a la ebanistería y a la jardinería.

 

La terraza sur se ha configurado como una habitación más en el que la red de trepadoras (rosales, glicinias, hidras o jazmines) acabara por crear un espacio oloroso, intimo y hedonista.

Con el suelo empedrado, la terraza sur deja un espacio generoso y fantásticamente orientado para desarrollar todo tipo de actividades sociales o, simplemente, para desconectar. 

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