La iglesia estaba en ruinas, cuando el fotógrafo y diseñador venezolano Tas Caraega la vio y, entusiasmado, se propuso restaurarla, habitarla y hacerla suya. La había descubierto en Internet, como "terreno con edificio en ruinas", en el pueblo de Sopuerta, un paisaje montañoso a media hora de Bilbao. La reforma duró tres años. Su amigo y arquitecto Carlos Garmienda lo ayudó en el proceso, que consistió (la idea rectora de Tas Careaga) en la máxima conservación posible de los elementos originales (estructura, piedra, frescos descascarados) y una intervención radical, casi chocante, que expresara llamativamente el contraste entre lo nuevo y lo antiguo. Después de reconstruir el techo que faltaba y apuntalar los muros, se dejaron expuestas las vigas de triple altura y se instaló un altillo como dormitorio principal.
En la planta baja, abierta, son los muebles y las alfombras los elementos que marcan las diferentes zonas: comedor, salón, un aseo y una cocina en el antiguo ábside. Con una estructura de madera al natural se ha creado un altillo, para el dormitorio principal y un baño. Más arriba, en lo que era el campanario, una buhardilla para el estudio y dos camas para invitados. En cuanto a la decoración, el propio autor la define muy bien: "un mix bastante peculiar". Se mezclan muebles heredados de una tatarabuela hasta muy modernos, diseñados por él mismo o comprados de segunda mano. Un Cristo cubista contra la piedra cinco veces centenaria del altar, las macetas con plantas, las ramas de potus que siguen la curva del arco y penden sobre cuadros o sobre el televisor, el espectro cromático (gris, rosa, azul) preservado de los frescos y la madera clara natural, los negros y blancos modernos incluidos –como contraste moderno- por Tas Careaga.