Tres amigos que estudiaron en Delft, una pequeña ciudad medieval conocida por sus porcelanas azules, decidieron instalarse en Róterdam y reinventar la ciudad contemporánea. Desde hace casi tres décadas, la idea de pensar el futuro ha marcado la vistosa trayectoria del estudio holandés MVRDV. También su voluntad de acercarse a los ciudadanos. Winy Maas (Schijndel, 1959), Jacob van Rijs (Ámsterdam, 1964) y Nathalie de Vries (Appingedam, 1965) forman uno de los tríos más singulares del mundo arquitectónico. Su pasado combina los estudios de química de van Rijs con la arquitectura de de Vries y el paisajismo de Maas, el alma del estudio que responde a Arquitectura y Diseño.
¿De dónde sale su arquitectura sorprendente?
De nuestra capacidad de riesgo. Para mí fue tan importante trabajar para Rem Koolhaas como hacerlo en Nairobi para la Unesco. Nuestra arquitectura trata de atender a la realidad para poder aportar algo distinto en el futuro. No nos interesa un mañana idéntico a hoy.
En una época en la que se insta a trabajar con pocos medios, defienden los iconos llamativos y los grandes gestos. ¿Buscan divertir al ciudadano?
Defendemos una arquitectura capaz de conectar con un mundo que no sea elitista. Son dos aspectos: la comunicación y la defensa de la cercanía con el público.
Centro Comercial. Rotérdam (2014)
¿El público necesita una arquitectura dulcificada? ¿Coloreada?
Reinventada más bien. Lo sencillo no emociona. No propone un futuro mejor. Nuestros proyectos tratan de hacerlo por eso son más visuales, pero también más completos.
La dependencia de una imagen “divertida”, ¿no conduce a una obsolescencia programada de la arquitectura? Piense en Dubái.
No estoy de acuerdo. En Dubái viven una segunda fase de desarrollo. Primero construyeron los iconos. Luego vino una crisis y ahora están tratando de construir lo de en medio: las aceras y los bancos, los cafés, el comercio, la escala pequeña. Es un lugar duro, sin duda. Los 50 grados no ayudan. Pero es una nueva idea de ciudad. Un icono puede asociarse a la especulación, pero también a la grandeza. Sería triste no poder construir con el deseo de marcar las ciudades.
¿Por qué son importantes los iconos?
La mejor arquitectura construye lo inesperado, transforma las ciudades. Una ciudad anodina no molesta, pero tampoco emociona. Es fundamental dejar marcas en las urbes. No podemos construir pura neutralidad.
¿Construir iconos arquitectónicos exige talento, riesgo o dinero?
Hagas lo que hagas arriesgas. Pero muchas de las ideas están en la historia y parecen revolucionarias. Wozoco, uno de nuestros primeros edificios, es un bloque de vivienda social; fue un proyecto muy económico, y se convirtió en un símbolo. Hasta entonces los iconos eran las catedrales o los museos. Eso indica un cambio de tiempo. Ante un gran edificio, tienes que pensar en cómo será el mundo en diez años. Eso requiere juventud mental.
Edificio Mirador en Madrid (2005), de Winy Maas.
En Róterdam construyeron unas escaleras con forma de gradas que, apoyadas en la fachada de un edificio, trepaban hasta su azotea. ¿Por qué? ¿Para qué sirve un proyecto así?
Son como un vuelo directo. Pondría unas en la fachada de El Corte Inglés: directamente a la planta que usted quiera. Una buena escalera es a la vez un acceso y un reclamo.
450.000 personas subieron esa escalera. ¿Han reinventado el espacio público?
Uno no sabe si el gesto fue un éxito o su temporalidad hizo que la gente subiera. Una escalera añade emoción. Mi alcalde es uno de los mejores del planeta. Tras los atentados de París dijo: “no quiero que la gente tenga miedo. Quiero que salgan a la calle”. Y nos encargó la escalera. Lo hizo para que la gente perdiera el miedo. La plaza frente a la estación siempre estaba vacía y con la escalera se llenó. La arquitectura necesita coraje, no necesariamente riesgo, pero sí valentía.
Cuando sus edificios se descuidan revelan un mayor abandono, el deterioro es más visible.
Cierto, descubren el abandono de una ilusión. El pabellón que levantamos para la Expo de Hannover –que apilaba paisajes– hoy es una ruina. Su imagen es muy triste. Está habitado por los pájaros, tomado por la naturaleza.
Casa Didden en Rotterdam (2006), de Winy Maas.
¿No teme que sus edificios dependan de las modas?
El encargo para el mercado de Róterdam iba más allá de las modas. Nos pidieron rotundidad, visibilidad. Marcar el lugar con un mensaje contemporáneo. Y es a la vez mercado, restaurantes, monumento y viviendas –que, por cierto, han pagado todo el proyecto. Desde posiciones puristas no se construye una ciudad habitable.
El mercado contrasta con la delicadeza de su tienda para Chanel en Ámsterdam, que restaura un edificio sustituyendo los ladrillos por bloques de pavés.
No es fácil conseguirlo, pero esa tienda demuestra que se puede ser exquisito y popular a la vez.