Tu nuevo destino en México es este hotel en una mansión colonial de Oaxaca

El Hotel Sin Nombre no necesita ningún apelativo ya que, como está en la ciudad mexicana de Oaxaca, declarada toda ella Patrimonio Mundial de la Humanidad por la Unesco en 1987, forma parte de la máxima gloria.

Es un edificio colonial del siglo XVII, ubicado cerca de la Plaza de la Constitución (más conocida como El Zócalo), transformado en hotel por el arquitecto Joâo Boto Caeiro, quien ha mantenido elementos arquitectónicos originales como la escalera central de piedra y los techos abovedados, pintados con técnicas locales a base de carbón, piedra caliza, tierra y arcilla.

Los colonizadores españoles trazaron ciudades con calles ordenadas en cuadrícula y construyeron templos y palacios de un barroco exuberante, con cúpulas recubiertas de azulejo y profusión de oro y piedra de cantera verde. Pero Joâo Boto Caeiro no ha restituido brillos ornamentales, sino desnudado la dignidad de la estructura del edificio original, acentuando con pintura blanca fresca los arcos y las columnas, como en el gran salón central del hotel, con sus cortinajes blancos y sus alfombras estampadas con motivos geométricos en marrón apagado y ocres y sus montículos de cojines hechos con los afamados tejidos locales. Los espacios flotan en una nueva luz, más clara y moderna, pero en el marco una antigua nobleza arquitectónica.

El Hotel Sin Nombre dispone de veintidós habitaciones, amplias, con suelo de piedra, paredes encaladas y muebles de madera tropical. Los huéspedes tienen ocasión de darse un chapuzón en la piscina (situada en la azotea), acurrucarse en el apartado rincón de lectura o saborear en el Restaurante Sin Nombre de la planta baja alguno de los platos veganos y orgánicos (según frutos de temporada) de la carta.

En el hotel suelen recomendar una visita a la cercana iglesia de Santo Domingo, construida en 1570, abatida por terremotos, levantada de sus ruinas y restaurada a lo largo del siguiente siglo. Allí los huéspedes podrán admirar la suntuosidad de la decoración al estuco en colores brillantes y hojas de oro; y en los arcos y las columnas despojadas del claustro, una prefiguración del gran espacio central del Hotel Sin Nombre.

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