El modernismo en Barcelona se lo permitió casi todo. No había límites para los sueños de arquitectos y mecenas. Así, la Casa Terradas, más conocida como la Casa de les Punxes (pinchos, por sus seis torres), la construyó Josep Puig i Cadafalch en 1905 a semejanza del castillo de Neuschwanstein, en Baviera (Alemania), y otras virguerías del periodo Romántico en el norte de Europa, si bien adaptada a un uso más burgués. Este emblemático edificio de la avenida Diagonal solo se había podido admirar por su fachada hasta este verano, en el que se han abierto para los turistas la entrada del número 420, en la esquina con la calle Rosselló, la planta noble de este edificio –donde se alojaba una de las propietarias–, y la azotea en su conjunto, la cual depara unas magníficas vistas de la ciudad. Ahí se construyeron tres casas para los tres porteros de las tres fincas que componen el conjunto, además de las carboneras y las seis torres, destinadas a almacenes y trasteros.
La torre mirador es la principal atracción turística de la visita a la Casa de les Punxes de Josep Puig i Cadafalch.
Foto: Paolo Sapio
Además, en esta nueva atracción turística es posible contemplar la recreación de la leyenda de Sant Jordi y el dragón con sus correspondientes efectos en 3D. Un poco de show para hacer rentable unos trabajos de rehabilitación que han resultado modélicos. Al eliminar el falso techo y paredes añadidas con posterioridad, en la planta baja se vuelve a contemplar el sistema de pilares que sustituyó a los muros de carga, toda una innovación tecnológica para la época. También lo fue el sistema de forjados tal como se puede contemplar en la azotea, que dejan de apoyarse en elementos de soporte vertical para colgar mediante tirantes metálicos.
Para la construcción de la Casa de les Punxes se contó con los mejores artesanos del momento.
La Casa Terradas fue un encargo de Ángela Brutau, viuda de Bartolomeu Terradas i Mont –reconocido empresario textil–, para sus tres hijas: Àngela, Rosa y Josefa. Sobre la original planta triangular de la finca, Puig i Cadafalch diseñó tres edificios independientes que, a su vez, están unidos entre sí y dan la sensación de formar un solo bloque. La fachada principal es la esquina con la Avenida Diagonal y para enfatizar su categoría, el arquitecto sitúa dos torres circulares de medida y forma diferentes, así como de mayor tamaño, que las situadas en el resto de vértices. Con función de mirador, consiguió romper la simetría del edificio.
Entrada para turistas por el número 420 de la Avenida Diagonal.
Los tres inmuebles contaban con una planta baja, destinada a local comercial, una principal de 600 metros cuadrados para cada una de las propietarias y cuatro más destinadas a alquiler. En una gran terraza se situaban las dependencias del servicio. La planta baja se construyó en piedra con arcos y columnas decoradas, en colaboración con los mejores artesanos, con motivos florales y abstractos, mientras que en los pisos superiores se optó por el ladrillo rojo, combinado con áreas de piedra como las tribunas o balcones.