¿Puede el diseño de un espacio curar una enfermedad?

Los proyectos Kàlida, de Patricia Urquiola y Benedetta Tagliabue, y El Jardín de mi Hospi, de Rica Studio para Juegaterapia, demuestran que la arquitectura y el interiorismo son capaces de reconfortar y dar esperanza en momentos de dificultad.

David Quesada
David Quesada

Redactor jefe de Arquitectura y Diseño

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kálida © Lluc Miralles KalidaCentre EMBT (18)

El nuevo espacio Kálida en el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau de Barcelona, con arquitectura de Benedetta Tagliabue e interiorismo de Patricia Urquiola, es un punto de encuentro entre profesionales del ámbito de la psicología y pacientes con cáncer.

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El trabajo de Patricia Urquiola consigue establecer un diálogo visual con el exterior, dar continuidad al espacio y transformarlo en un cálido ambiente hogareño.

kálida © Lluc Miralles KalidaCentre EMBT (19)

Urquiola fue también la instigadora para que muchas firmas de renombre como Flos, Mutina, Kvadrat, Cappellini o Marset, entre otras, participasen donando materiales y mobiliario.

kálida © Lluc Miralles EMBT (9)

Para crear ambientes amables que faciliten la relación, se ha optado por materiales confortables como la madera y colores cálidos, tanto en el interior como en el exterior.

kálida © Lluc Miralles KalidaCentre EMBT (101)

La planta tiene una forma hexagonal, con ondulaciones que simulan una flor y múltiples ventanales y huecos que dejan entrar la luz en 360 grados.

Tagliabue   Urquiola 02

Patricia Urquiola y Benedetta Tagliabue se volcaron de lleno y de forma desinteresada en el proyecto Kàlida.

180622 RICA Hospital de la FE Valencia 015

Para la azotea del hospital La Fe de Valencia, Rica Studio buscó colores brillantes que reflejasen bien la luz del sol y que creasen ambientes distintos. También que contrastasen con la vegetación, una parte fundamental del proyecto.

rica studio

Iñaqui Carnicero y Lorena del Río, integrantes de Rica Studio

El arquitecto Lluís Domènech i Montaner, uno de los pilares del modernismo catalán, proyectó en 1902 el que acabaría siendo el hospital más bonito del mundo –desde 1997 Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO–, el Hospital de la Santa Creu i Sant Pau en Barcelona. El creía firmemente en la belleza como paliativo, así que no dudó en construir un complejo donde la funcionalidad, la pulcritud y la higiene se ubicaran en un edificio deslumbrante, rodeado de vegetación, creando un ambiente de armonía que ayudase a los pacientes a curarse y sobrellevar mejor sus enfermedades.

No sabemos si Maggie Keswick Jencks era conocedora de esta visión humanista del gran arquitecto catalán, pero tras convivir con un cáncer avanzado, en 1985 decidió crear la Fundación Maggie’s en su Escocia natal con una idea semejante: crear edificios bonitos dentro de recintos hospitalarios, rodeados de Naturaleza y construidos por reconocidos arquitectos como Norman Foster, Zaha Hadid, Richard Rogers, Rem Koolhaas o Steven Holl, donde se ofreciera apoyo psicosocial integral y gratuito a personas con cáncer.

Corría el año 2005 cuando a la arquitecta Benedetta Tagliabue, al frente del estudio Miralles Tagliabue EMBT, le propusieron diseñar el primer centro Maggie’s en España, que estaría situado entre el nuevo y el histórico Hospital de Sant Pau. La dolorosa experiencia que sufrió en el año 2000, cuando a su pareja, el también arquitecto Enric Miralles, le diagnosticaron un cáncer, y su posterior fallecimiento, fue decisiva para que aceptara rápidamente el encargo.

El tratamiento lo habían llevado a cabo en Houston; allí descubrieron que había un centro adjunto a la zona de oncología llamado Place of Wellness. Ese lugar de paz, donde recibieron apoyo emocional y práctico para enfrentar la enfermedad, les ayudó a vivir el proceso más serenos y también a darse cuenta de cómo la estética les reconfortaba.

Catorce años después, el proyecto se ha hecho realidad como Fundación Kàlida. El edificio, que dialoga en materiales y concepción con el de Domènech, está planteado casi como una obra site specific totalmente integrada en el entorno que ha revivido una zona abandonada del recinto. Para redondear el proyecto, el interiorismo ha corrido a cargo de Patricia Urquiola, quien ha desdibujado las fronteras entre el espacio exterior e interior y creado una atmósfera de integración relajada, doméstica, protectora y luminosa.

"La actuación ha sido muy coherente, hemos conseguido crear un lugar armónico, jugando con esto que puede ser tildado dentro del mundo de la arquitectura como demasiado decorativo. Pero es que aquí hay una vista que cuenta mucho, un espacio abierto que sale del edificio", afirma Benedetta sobre el proyecto. Según Patricia Urquiola, "Benedetta ha creado un diálogo atrevido y valiente con el edificio modernista, sin prejuicios ni concesiones. Se desnuda arquitectónicamente desde lo más profundo de su corazón. Yo soy muy empática con lo que emociona y me siento muy honrada de haber podido participar. De hecho, todos los creativos estamos siempre dispuestos a colaborar en proyectos sociales, pero faltan propuestas".

La hora del patio

“Hace cinco años, en el hospital La Paz de Madrid, descubrimos un espacio vacío, una azotea maravillosa. Y, hablando con el gerente, decidimos transformarla en un jardín para que nuestros peques pudieran salir a jugar como cualquier niño”, dice Lourdes Amayas, responsable de prensa de Juegaterapia. Así nació el “Jardín de mi hospi”, un proyecto que transforma los lugares olvidados de los hospitales en zonas de juego para niños enfermos y que ahora ha tomado forma en el hospital La Fe de Valencia.

El responsable es Rica Studio, liderado por Lorena del Río e Iñaqui Carnicero. ”Conocíamos el trabajo de Juegaterapia desde hace ya algún tiempo y nos ilusionó el encargo por la posibilidad de mejorar las condiciones y el tiempo de recuperación de los niños hospitalizados a través del diseño”, dice Lorena.

La labor de Juegaterapia empezó donando videojuegos para que los niños los utilizasen durante la quimioterapia. Y al estudio Rica le pareció interesante tener un enfoque parecido y crear un mundo paralelo en el que los niños sintieran que estaban viviendo una realidad diferente. Lorena asegura que todo en este proyecto ha sido especial: “El equipo de Juegaterapia, el personal del hospital, la gente que con sus donaciones lo ha hecho posible... ”. Y añade: “Es el trabajo con el que nos hemos sentido más recompensados”.

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