Londres sigue siendo una de las grandes capitales del diseño mundial y, para mantener este estatus, ha trasladado la sede del Museo del Diseño a un edificio que triplica el espacio de su anterior ubicación junto al Támesis. Cinco años de obras a cargo de John Pawson –y una inversión de cerca de 100 millones de euros– ha llevado la rehabilitación del edificio modernista que ocupa ahora el museo en Kensington High Street, al oeste de la ciudad, en un momento en que la urbe escora más hacia el este.
Con la ayuda de OMA se ha restaurado el espectacular techo de hormigón y la su característica fachada. En su línea habitual de búsqueda de atmósferas sosegadas y, a su vez, de fuerte sensualidad, Pawson ha estructurado el museo en torno a un atrio con el roble como material escogido para dotar de calidez al espacio. Desde ese punto, los visitantes pueden contemplar el magnífico techo parabólico, el cual se extiende por toda la longitud del edificio, levantándose en las dos esquinas opuestas para crear una estructura tipo manta raya encima. Parábola es el nombre del nuevo restaurante situado en la última planta, con vistas a Holland Park.
"Hay detalles de la edificio que cada vez disfruto más, pero en realidad es el conjunto de todo, la manera en que confluyen lo viejo y lo nuevo, lo que me da mayor satisfacción", asegura Pawson. "Espero que el Museo del Diseño demuestre a la gente y a los políticos que no es necesario tirar lo ya hecho y empezar de cero para crear nuevos y excitantes espacios culturales".
Empleando la última tecnología en el campo de la ingeniería, los suelos de hormigón originales se quitaron, lo que obligó a apoyar el techo, a 20 metros de altura, en una estructura de acero temporal. En sustitución se colocaron suelos de madera y terrazo. La fachada original se ha sustituido por una doble capa acristalada, mejorando así los estándares de aislamiento y permitiendo que entre la luz del día en el interior. No obstante, se ha mantenido la piel azul del edificio original.
El atrio funciona como el pozo de una mina, sensación acentuada por las ristras de luces LED colocadas en lugares estratégicos, que aportan especial dramatismo a la escena; bajo las barandillas, por ejemplo. Las escaleras de roble, con tiras de piel acolchadas funcionando como bancos –feliz hallazgo–, conducen a las diferentes galerías: las salas de exposiciones permanentes y temporales, la cafetería, el auditorio... La tienda conserva una joya: el mosaico vidriado del inglés Keith New, y las estanterías son de Vitsoe. El museo se ha sabido acompañar en esta apertura. El Centro de Aprendizaje ha sido posible gracias la Fundación Swarovski, los suelos y panelados de roble los aporta Dinesen y el mobiliario, Vitra, entre otros colaboradores.
Un detalle muy inglés: los socios del museo (con una cuota anual de 75 libras, 45 los estudiantes) disponen de un espacio privado para relajarse, comer o trabajar. Un club muy contemporáneo, sin duda. La exposición Designer Maker User, que recorre la historia en conjunto de diseñadores, productores y usuarios, es de entrada gratis, todo un lujo en la tan cara capital británica. Fear and Love: Reactions to a Complex World es la exposición principal de apertura.