Del 1 al 5 de diciembre se celebra en Miami la feria de arte contemporáneo Art Basel, el momento álgido del año de esta ciudad norteamericana. Es todo un evento social en el que la compraventa de obras de arte es una actividad más. Tan importantes son las fiestas que tienen lugar por la noche, patrocinadas por las principales marcas del mundo del lujo. A los artistas les acompañan actores, modelos, multimillonarios de toda procedencia, arribistas... No falta nadie: es un grandísimo momento para dejarse ver. Un coleccionista comentaba hace un par de años que le hubiera encantado pasarse por las galerías, pero que la resaca se lo impidió...
El arranque en 2003 de esta feria hermana de la original suiza –a la que ya supera en afluencia de público y ambiente–, sirvió en cierta manera de "efecto Guggenheim", pues a Miami Beach no hay quien la pare desde entonces, gracias a una rentable asociación entre arte y negocios inmobiliarios. Tal es así que el Museo de Arte de Miami, obra de Herzog y de Meuron, pasó a llamarse PAMM, esto es, Pérez Art Museum, a raíz de la donación de 35 millones de euros hecha por el magnate de origen cubano Jorge Pérez, al frente de la promotora Related Group.
Todo ello está teniendo un claro reflejo en los precios, pagándose por muchos de los nuevos apartamentos y áticos más de 30 millones de euros. Ya no quieren vivir aquí solo el anciano de Vermont y los ricos sudamericanos; europeos, asiáticos y rusos se han sumado al vecindario. Y ocurre que, a diferencia de los años previos a la crisis, que aquí también dio un serio golpe, ahora se paga al contado. A esta llamada han acudido las grandes firmas de mobiliario italiano, que no dejan de ampliar o abrir tiendas, y los arquitectos de mayor fama mundial, incluido el español Rafael Moneo.
La ciudad, no obstante, tiene mucho de Benidorm o La Manga del Mar Menor. Ha pasado por tiempos peores y eso sigue muy presente, por mucho maquillaje que se eche encima. Recordemos la serie Miami Vice. En aquella época, a principios de los ochenta, las bandas de colombianos y cubanos se disputaban las calles a punta de pistola por el control de la venta de drogas. Los artistas ni asomaban el pico; era el hogar del jubilado.
El cambio de cara viene también asociado a los hoteles, cuyos bares y restaurantes son los epicentros de la vida social. Sirven además para vender pisos. Es el caso de lo que ha ocurrido con el proyecto de la cadena Edition, una inversión del grupo Marriott junto al fundador de la mítica discoteca Studio 54 de NuevaYork y gurú hotelero Ian Schrager. Las últimas plantas del edificio, obra de John Pawson, están reservadas para 26 condominios. Estas residencias privadas se benefician de todos los servicios comunes del hotel, en régimen preferente la mayoría de las veces, y tienen muchos otros en exclusiva. Schrager lo llama la vivienda prêt-à-porter, ya que solo te tienes que preocupar de llevar el cepillo de dientes. Significa, pues, que todo te lo dan hecho.
El empresario argentino Alan Faena le ha copiado la fórmula y ha ido todavía más allá, creando todo un distrito a su nombre a pocos metros. Empezó abriendo un hotel –con un mamut dorado de Damien Hirst en la entrada de la playa– y un exclusivo edificio residencial en régimen de condominio diseñado por Norman+Foster, entre cuyos primeros propietarios se encuentra el todopoderoso galerista Larry Gagosian (los apartamentos están concebidos para exhibir grandes obras de arte). Ahora inaugura, coincidiendo con Art Basel, un centro comercial y el Faena Forum, un edificio firmado por OMA y abierto a todo tipo de representaciones artísticas. The show must go on.