Un merecido galardón a una obra sin aprovechar

El fantástico Museo de las Colecciones Reales recibe el premio FAD de Arquitectura 2017 mientras sigue sin fecha de apertura

Museo de las Colecciones Reales

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Museo de las Colecciones Reales premio FAD de Arquitectura 2017

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Museo de las Colecciones Reales

Pese a todo el esfuerzo detrás del proyecto, al menos en lo arquitectónico, el Museo de las Colecciones Reales sigue sin fecha de apertura, estando ya concluido y rematado el edificio. Los políticos y las autoridades pertinentes no se ponen de acuerdo y el contenido aún está sin definir. Bueno es al menos que a tan soberbio proyecto le hayan otorgado el Premio FAD de Arquitectura 2017. ¿Servirá al menos para llamar la atención a este absurdo (y costoso) encallamiento institucional?

Por si acaso, la obra se concibió “neutra”. En las tres gigantes salas expositivas del museo hay espacio para tapices, una falúa de Aranjuez y hasta helicópteros. Todo cabe. Que vengan o no del museo de El Prado El jardín de las delicias, de El Bosco, El descendimiento, de Van der Weyden, y El lavatorio, de Tintoretto es ya otro cantar. Ahí está la pelea.

El edificio diseñado por Emilio Tuñón y Luis Mansilla –este último fallecido al comienzo del proyecto, en 2012– es monumental y rotundo, y la fachada, una repetición de columnas, se da un aire muy marcial, en consonancia con el contexto. Se trata de una continuación hacia el sur del Palacio Real basada en los planos originales del primero de los arquitectos en la explanada, Juan Bautista Sachetti.

El museo funciona también como basamento de La Almudena, que ha surgido del enorme esfuerzo estructural necesario para la contención de un terreno en pronunciada pendiente, desde donde dominaba la zona la antigua alcazaba musulmana. Es una arquitectura sobria y estable, que opta por la discreción y está más próxima a la de las grandes obras civiles de este siglo. Esta “estética de ingenieros” evita exageraciones formales allí donde no son necesarias.

Asimismo, existe una prolongación en términos de materiales con respecto al Palacio Real: las paredes de hormigón blanco replican la piedra blanca de Colmenar y manda el granito, omnipresente en los monumentos de la capital y sus alrededores. No obstante, es del tipo Gris Quintana, de origen extremeño, y no de la sierra madrileña, pues las canteras están agotadas y además aguanta mal el paso del tiempo, tal como se ha descubierto en el Monasterio del Escorial.

Otro eco del pasado resuena en la discreta entrada por el patio del Palacio Real, situada a ras de suelo, sin casi sobresalir. Es señal de una arquitectura introvertida, propia de la tradición castiza, que deja las sorpresas para dentro. Al cruzar las puertas las proporciones son aún contenidas, para desmadrarse nada más bajar.

El museo de las Colecciones Reales es asimismo una máquina de precisión: el 20% de las instalaciones las ocupa la sala de máquinas, encargada de que la humedad relativa sea del 50%, de que la temperatura en invierno se fije en 22°, en verano a 24°, y de que las pantallas frente a la ventana bajen al 80% al atardecer, pues la fachada mira a poniente, hacia la Casa de Campo madrileña. Unas medidas pensadas para proteger las obras, no para comodidad del visitante. Pocos museos son igual de rigurosos y pocos hay tan mal aprovechados.

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