La Madriguera o cómo "esconder" la gran arquitectura…
El estudio de arquitectos madrileño delavegacanolasso ha transformado y ampliado el viejo estudio del pintor José Vega en Alcobendas, convirtiéndolo en una luminosa vivienda semiinvisible situada al norte de Madrid.
Al contrario de lo que ha caracterizado la arquitectura espectacular de los últimos cuarenta años, esta pequeña casa situada en Alcobendas, al norte de Madrid, puede presumir de camuflarse perfectamente con su entorno y haber situado en un pedestal metafórico la intimidad de sus ocupantes, una joven pareja que ocupa lo que hasta hace poco era el taller artístico del pintor José Vega, abuelo de uno de los actuales residentes. Al mismo tiempo, la reforma y ampliación del estudio, realizada por Ignacio de la Vega y Pilar Cano-Lasso, responsables del estudio delavegacanolasso, se ha convertido en una de las más aclamadas por los expertos en arquitectura contemporánea. Nunca 50m² dieron tanto de sí…
La esencia de lo que es La Madriguera nos la transmite un óculo plateado de acero galvanizado cepillado. Es un ojo diseñado para confundir y proteger y representa la respuesta de la pareja de arquitectos delavegacanolasso, formada por Pilar Cano Lasso e Ignacio de la Vega, a lo que ellos definen como «fracasos de la arquitectura actual… Una arquitectura que ha olvidado la importancia de la privacidad y ha sucumbido al exhibicionismo». Los arquitectos han construido una casa casi diáfana, de 50 metros cuadrados, pensada como «una guarida, un escondite, un refugio», en donde los habitantes viven su casa y sus jardines como un universo privado.
Un exuberante paisaje de árboles altos y plantas trepadoras extiende su alfombra verde a través de la superficie de un estanque rodeado de piedra. El jardín parece inmenso en comparación con la escala de la casa, pero hay truco: el bosque se refleja en la pared espejada en la que se encuentra la marca característica del diseño de la vivienda: la abertura del óculo, situado en el dormitorio.
Esa ventana no es, en realidad, una puerta de entrada que invita al mundo exterior a inspeccionar la casa, sino que lo refleja, además de lograrse una iluminación y ventilación eficaces para crear interiores cómodos y acogedores.
Los espacios del resto de la casa están configurados en los volúmenes de un antiguo taller de artista. Cada área es indistinguible de la siguiente, ya que el espacio común es prácticamente diáfano y las paredes se convierten en estanterías, el salón se vuelve parte de la experiencia culinaria y la mesa de trabajo de la cocina se convierte en un espacio de estudio compartido. La disposición de los muebles crea pequeños microcosmos de actividad, cada uno con su propia organización y función espacial. Los muebles, hechos a medida, envuelven el perímetro permitiendo que el espacio abierto central sea maximizado y absorbido por cualquier actividad que se desarrolle a su alrededor. A pesar de su pequeño tamaño, el interior se percibe abierto y aireado, gracias a los dos tragaluces que bañan el espacio con luz natural. Una simple paleta de madera de pino y acabados blancos lisos consiguen crear una atmósfera cálida y acogedora, un remanso de tranquilidad que aísla del ruido de la vida contemporánea.
La casa se ha construido con acero galvanizado envuelto con tableros de madera reciclada. El corcho natural y el algodón reciclado actúan como aislamiento térmico bajo su piel exterior.