"Hicimos pedazos el templo y luego lo volvimos a armar". Así resume el arquitecto británico sir David Chipperfield la reforma de la Neue Nationalgalerie, que ha liderado desde su oficina en Berlín. Lejos de profanar el templo de acero y vidrio construido por Ludwig Mies van der Rohe (1886-1969), su intervención ha sido tan honesta, rigurosa y respetuosa que esta gran caja de cristal sigue siendo igual de imponente por fuera y conmovedora por dentro. Aunque su planta es cuadrada y con lados exactos, el edificio debe rodearse para apreciar la audaz arquitectura de Mies en su globalidad y sus emblemáticos recursos estilísticos, como los pilares cruciformes. Y si el exterior maravilla, la majestuosidad interior invita a la admiración introvertida. Porque dentro de estas cuatro paredes de cristal se concibe la verdadera esencia del genio alemán, donde el arquitecto se convirtió en poeta.
Fiel a su creencia de que "no es necesario ni posible inventar un nuevo tipo de arquitectura cada lunes por la mañana", Mies van der Rohe proyectó su carrera como un proceso creativo en el que fue recreando la misma idea para llegar a su esencia. El resultado de ese proceso de depuración es la Neue Nationalgalerie. En ella consiguió materializar su anhelo de Beinahe nichts (Casi nada), la evolución de su universal "Menos es más", a la que llegó en su última etapa. El vacío palpable, el silencio de las formas y la verdad de los materiales se perciben en la atmósfera casi mística del museo. Este lirismo que conquistó el arquitecto alemán, en el que fue su último edificio, se considera su legado supremo. El día de la inauguración, en 1968 –a la que Mies no pudo asistir por problemas de salud–, su colega Walter Gropius y su mujer se confesaron "impresionados en nuestras cabezas y corazones por la belleza de la Nationalgalerie". La misma emoción sigue causando hoy en día cuando, gracias a la exquisita restauración, entrar en su vestíbulo es lo más parecido a teletransportarse a finales de los años sesenta. David Chipperfield ha vencido tal desafío gracias a la sensibilidad con la que asumió el proyecto, colocándose en el papel de restaurador y sin la tentación de dejar su rúbrica.
Así que quien busque a Chipperfield en la nueva Neue, no lo encontrará. Y eso es parte del mérito del arquitecto británico. La restauración se planificó y ejecutó con extrema meticulosidad. Más de 30.000 piezas fueron desmontadas, inventariadas, restauradas y recolocadas en su lugar y orientación originales. El material dañado fue sustituido y parte de la pintura negro grafito identitaria se aplicó minuciosamente con pincel.
Más allá de ser una obra de arte en sí misma, el edificio alberga una admirable colección de pintura y escultura, con significativas obras del expresionismo alemán. Siendo continente y contenido, la Neue Nationalgalerie cumple doblemente la función que Mies le adjudicó al colocar la primera piedra del edificio: "Para la alegría de la gente, al servicio del arte y del espíritu".