¿Es posible construir casas modernas y sostenibles con residuo cero?

La arquitectura tiene ante sí el reto de alcanzar un modelo en el que los edificios del presente alimenten los edificios del mañana por medio de materiales con infinitos ciclos de vida.

Cabaña Holly Water, de Out of the Valley.

Cabaña Holly Water, de Out of the Valley.

Rafael Hernández

Periodista especializado en arquitectura y diseño

Reducir, reutilizar y reciclar, las famosas "tres erres", es un modelo ya obsoleto. Lo afirman ni más ni menos que William McDonough y Michael Braungart, los autores del principio de diseño Cradle to Cradle –de la cuna a la cuna–. Para ellos, este enfoque, a pesar de ser bienintencionado, fomenta el modelo unidireccional de consumo originario de la Revolución Industrial o, como ellos lo llaman, el Cradle to Grave, de la cuna a la tumba.

La economía circular plantea un nuevo paradigma productivo, un sistema en el que se prioriza la reintroducción de todos los materiales en otros ciclos de fabricación o, si es posible, en los ciclos naturales de donde fueron extraídos. En el campo de la arquitectura, este planteamiento tiene un impacto positivo tanto sobre el planeta como sobre las personas que lo habitamos.

Proyecto House Built Around a Pine Tree, del estudio EMA Designs en México, construido según los principios de la arquitectura vernácula.

Proyecto House Built Around a Pine Tree, del estudio EMA Designs en México, construido según los principios de la arquitectura vernácula.

Miles de productos ya están certificados con el Cradle to Cradle estándar. Esta certificación se basa en cinco áreas de evaluación: la composición química de los materiales, la capacidad de reutilización de los materiales que lo componen, el uso de energías renovables; la gestión del agua y la justicia social. Ahora bien, un edificio es un producto resultado del conjunto de miles de subproductos; alcanzar una certificación de este tipo para construcciones será posible en varias décadas, pero hemos de actuar ya desde una perspectiva global.

El trabajo de William McDonough y Michael Braungart en la década de 1990 puso el foco sobre los procesos de expansión que se dan en la naturaleza: esta produce en exceso y construye lo nuevo a partir de lo que ya es viejo. El paralelismo más evidente es el de la reproducción de los árboles: de las miles de semillas que producen, solo unas pocas se convertirán en árboles; el resto servirán como nutrientes para enriquecer el suelo, siendo reintroducidas así en el propio ciclo de vida del árbol.

Casa en Thingvallavtn, Islandia, de KRADS Architecture.

Casa en Thingvallavtn, Islandia, de KRADS Architecture.

Comunión ambiental

La pregunta que nos hacemos todos es si la arquitectura será alguna vez capaz de alcanzar la nula generación de residuos. Aún no tenemos la respuesta a esta pregunta, pero lo que sí sabemos es cuál es la senda escogida para tratar de lograrlo. La persecución de la sostenibilidad a través del ahorro energético durante la vida útil de un edificio ya no es la prioridad; hemos constatado que el impacto en el medioambiente durante la construcción de un edificio de estas características sigue siendo enorme y que además, en ocasiones, su alta tecnificación ha inducido la creación de ambientes poco saludables para los usuarios (síndrome del edificio enfermo).

El foco en la actualidad se centra en alcanzar una especie de comunión entre la construcción y el medioambiente en lugar de centrarse en reducir los efectos dañinos. Se basa en los principios de la gestión circular de los residuos, el uso de energías renovables y el soporte a la diversidad medioambiental, social y económica.

Casa en el Peumo, Chile, de Cristian Izquierdo Lehmann.

Casa en el Peumo, Chile, de Cristian Izquierdo Lehmann.

¿Podemos construir con materiales con infinitos ciclos de vida? Tratamos de minimizar el impacto medioambiental de la explotación de un recurso material y garantizar su reintroducción en la cadena de producción tantas veces como sea necesario. Se han identificado dos tipos de ciclos de vida para un material: el biológico y el tecnológico. Según sea el caso, se está investigando para que un material procesado, una vez alcance el final de su vida útil, sea reintroducido en el ciclo natural de producción para alimentar la creación de nueva materia prima (como las semillas de los árboles) o en el ciclo tecnológico para que nuevos productos de la construcción tengan menor o nulo impacto sobre el medioambiente.

En el campo de las energías renovables no hace falta que hagamos más pedagogía; los recursos energéticos de origen fósil, como el gas natural o la energía nuclear, tienen numerosas desventajas. La buena noticia es que la transición hacia el consumo de energías de origen renovable –eólica, solar, geotérmica o biomasa– es ya una realidad: los edificios ya pueden producir su propia energía y calefacción de forma sostenible.

Un correcto diseño arquitectónico garantiza el confort térmico y la estanqueidad durante la vida útil de un edificio de madera. Luego esta podrá ser reintroducida en el ciclo de producción como materia prima o combustible, o dejarse pudrir en un bosque cercano para alimentar a los xilófagos del lugar.

Un correcto diseño arquitectónico garantiza el confort térmico y la estanqueidad durante la vida útil de un edificio de madera. Luego esta podrá ser reintroducida en el ciclo de producción como materia prima o combustible, o dejarse pudrir en un bosque cercano para alimentar a los xilófagos del lugar.

Por el bien común

El concepto de soporte a la biodiversidad es quizás el más abstracto de los tres expresados. La construcción de edificios, barrios y ciudades no solo ha de medirse en términos de residuos derivados de la obra en sí misma. El impacto que tiene la arquitectura de gran escala es suficientemente importante como para incorporarlo en las reflexiones a nivel de planificación urbana, económica y social, de modo que las decisiones tomadas trasciendan a nuestra generación para lograr un objetivo global basado en el bien común.

Precisamente hay que hacer hincapié en este concepto del bien común, que va mucho más allá de nuestras comunidades de individuos; hace referencia al conjunto de la biodiversidad, a los miles de plantas y animales que coexisten con nosotros en nuestras ciudades, nuestros jardines y que, en definitiva, son el sustento de la vida en el planeta.

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