Autor de bibliotecas, centros de salud, colegios, oficinas, un palacio de congresos y hasta una iglesia, el arquitecto Ramón Esteve (Valencia, 1963) se siente “muy cómodo con la arquitectura residencial: mis casas expresan mi forma de ver la vida”.
¿Cuál es la casa ideal?
La que consigue que te identifiques con ella. Ligada a tu personalidad y a tu forma de vivir, cuenta cómo eres. La arquitectura habla.
¿Cuántas casas ha tenido?
La primeras eran familiares, de padres o abuelos. Algunos de esos espacios me dejaron sensaciones: luces, colores u olores. Y esos recuerdos van apareciendo en mi obra. De pequeño tenía un cuartito en la terraza de nuestro piso. Lo arreglé y me pasaba horas haciendo experimentos. Luego, hasta que cumplí 40 años, viví de alquiler. Modificaba los pisos para hacerlos agradables, pero medía la inversión en relación con el tiempo que pensaba habitarlos. Las dos primeras casas que tuve fueron antiguas, con techos altos que vacié y pinté. Finalmente compré un solar y construí mi casa-estudio
Vive y trabaja en el mismo edificio del barrio del Carmen.
Es una casa contemporánea en un entorno histórico. Muestra cómo responder a un entorno protegido desde la contemporanidad. Pero tengo otra casa, un refugio en un entorno rural delicado que responde al paisaje con la máxima sensibilidad.
En sus casas lo diseña todo.
Sí, sin embargo, siempre he tenido solo las cosas imprescindibles. Busco una atmósfera envolvente y armónica. Tengo predilección por los materiales naturales, extraídos de la arquitectura vernácula; quiero que de este modo mis obras se liguen más al lugar.
En la definición de una casa, ¿cuánto pone un cliente y cuánto el arquitecto?
La casa siempre debe establecer una relación de identidad con el cliente. La arquitectura, el lenguaje y la forma de hacer son mías, pero la casa se va configurando conforme a sus necesidades. Escucho y analizo a quien habitará la casa liderando el proyecto para que tenga unidad, armonía, incluso alma, y el resultado emocione. Hay que evitar concesiones que mermen la calidad de la arquitectura. Si la arquitectura nace al margen de quien la habita puede ser un ejercicio inerte, meramente formal. Si nace al margen del arquitecto, no es una obra arquitectónica, sino un montón de
espacios sin sentido.
¿Qué no soporta en una vivienda?
Lo excesivo, lo caótico, lo pretencioso; la negación del lugar, la falta de criterio o de unidad. Desde mis comienzos, pudiera permitírmelo o no, he rechazado cualquier proyecto que no me dejase desarrollar conceptual y formalmente mi arquitectura. Al principio fue complicado. La gente no entendía que tuviese una línea conceptual definida a la que debiese ser fiel. Eso ahora no es un problema; la gente antes de llamarte se informa. He sido firme y he luchado con la misma intensidad e ilusión tanto por las pequeñas como por las grandes propuestas.
Sus viviendas tienden a ser minimalistas. ¿Es una elección estética o pragmática?
Siguiendo a Pallasmaa, me gustaría llamarlas “experienciales o hápticas –el conjunto de sensaciones no visuales y no auditivas que experimenta un individuo–”. La arquitectura es la combinación de materia y luz. Y su vivencia, una experiencia multisensorial. La desnudez de mi arquitectura es necesaria para que se lea con claridad. La estética y el pragmatismo me parecen enfoques irrenunciables. La estética de lo esencial me cautiva y no se puede negar que un espacio ordenado es más práctico.
¿Las casas minimalistas son para gente ordenada o para facilitar que se mantengan ordenadas?
No se puede confundir síntesis con simplificación. Todo lo necesario no tiene porque estar a la vista. Dedicamos muchísimo tiempo a reunimos con los clientes y a analizar hasta el último detalle su forma de vida para que la casa no necesite demasiado accesorio y sea capaz de ofrecerles todo lo necesario. Además de necesidades elementales, la vivienda precisa de una idea generadora que le dé unidad y carácter. En una casa pensada se vive con más facilidad.
¿Qué papel juega la memoria en una casa escasamente ornamentada?
La memoria es algo más que el tener objetos por en medio. Una casa debe contener y crear el fondo donde se desarrollan los acontecimientos de la vida. No se trata de tener que renunciar a las cosas de uno, sino de saber encontrar lo esencial y renunciar a lo superfluo.
¿Qué ha marcado cada época de su arquitectura?
Desde siempre me han interesado mucho las relaciones interdisciplinares en todo lo relacionado con la arquitectura y el diseño.
¿Qué ha aprendido diseñando muebles?
El mueble hace de nexo de conexión entre la escala del edificio y el hombre, porque está en contacto directo y físico con él.
¿Qué es más importante al diseñar una vivienda de lujo?
Me interesa algo que tiene que ver con la calidad obtenida a través del equilibrio, la serenidad y la proporción adecuada de los recursos de los que dispones. El lujo doméstico tiene que ver con la calidad del espacio y con la consecución de un proyecto con alma: la estructura espacial, una iluminación amable, la temperatura, la ventilación, la calidad de las visuales hacia el exterior o hacia los distintos espacios de la casa, lo que la arquitectura puede aportar a la experiencia de habitar.
¿La estancia más importante de una vivienda es siempre la misma?
Para mí, salón y cocina deben dar forma a un único espacio –aunque pueda dividirse puntualmente– ya que ese es el entorno de reunión y de relación de la familia.
¿Entonces, sus casas son más refugios o escaparates?
Sin duda refugios. Y digo sin duda porque mis casas nacen de dentro hacia fuera. Son envolventes de la actividad del hogar.