Es el arquitecto más global del planeta. Levantó el edificio más caro de la historia (el Hong Kong & Shanghai Bank) y el mayor aeropuerto del mundo, con el que Pekín se preparó para recibir los juegos olímpicos de 2008. En España ha diseñado, entre otros, el Metro de Bilbao, la torre de comunicaciones en Collserola en Barcelona o la ampliación del Museo del Prado en Madrid, ciudad en la que además ha radicado la fundación que lleva su nombre. Nos recibe temprano por la mañana, impecable en un traje de pana malva firmado por Gianfranco Ferré.
¿Le han encasillado como High Tech y usted es algo más?
Vivimos en una sociedad que necesita etiquetar. Prefiere ir rápido a comprender la complejidad. Puedo ser High Tech, pero por encima de todo soy un funcionalista. No soporto que las cosas no funcionen. Luego se pueden abrir, como una flor, como ocurre con la Torre Swiss Re. Pero necesito que funcionen. Por lo demás, despierto simpatías y manías. Hay quien se interesa por lo que hago e intenta entenderlo. Quienes sienten hostilidad prefieren juzgar sin informarse bien. La arquitectura engaña. La Torre Swiss Re, por ejemplo, fue acusada de monumento al capitalismo. La han llamado “torpedo” y pepino. Y el dueño me pidió que no hiciera garaje. ¿Qué capitalista con permiso para hacer un aparcamiento con 100 plazas desperdiciaría la ocasión de venderlas en plena city londinense a precio de oro?
Usted ha visto el mundo desde los dos extremos: en lo alto de su avión privado; desde la puerta del lugar donde trabajaba de portero y tras el mostrador de la panadería de Levenshulme. ¿Qué enseña tener poco?
Me gustaría pensar que sigo siendo un estudiante, que sigo explorando. Creo que tengo la misma curiosidad. Todavía estoy dispuesto a escuchar. En cierto momento de tu vida debes ser honesto con lo que crees. Y tratar de hacerlo. Como diseñador solo puedes decidir de manera realista cuando conoces todos los lados de un proyecto. Con esa información logras confianza para saber mandar. Quien manda debe tener la humildad de saber reconocer una solución mejor a la que él ha propuesto. Trabajar en equipo abre los ojos. La arquitectura no es un trabajo aislado. Como estudiante siempre me interesaban los espacios públicos: la piazza de Siena, el mercado de Mayfair en Londres, donde sucede la vida de la comunidad. Y eso fue mi infancia. No creo haber cambiado desde aquellos años. Claro que la vida es mucho más cómoda ahora. Pero mi estilo de vida no ha cambiado.
¿De verdad cree eso?
Todavía disfruto con los retos físicos la recompensa de una carrera en bici, por ejemplo. No me encuentro bien si no hago ejercicio físico. Lo que quiero decir es que no me he puesto a jugar a golf. No navego en un velero. Claro que si decidiera hacerlo hoy, podría. Y eso marca una diferencia. Antes no podía escoger. Pero no creo poder elegir en realidad tampoco ahora. Soy incapaz de imaginarme una vida distinta a la que tengo.
Igual su infancia lo marcó así: negándole la posibilidad de apreciar el descanso. Empujándole hacia una vida de acción y retos.
Sí: acción e inspiración, trabajo en equipo. Ahí me encuentro bien. Aunque yo también necesite tiempo para mí mismo. Tal vez por eso me gusta volar y me gustan los deportes solitarios. La parte dominante de mi vida es un esfuerzo en solitario.
¿No es arriesgado construir tanto? ¿No teme repetirse?
No puedo pensar en ningún edificio en el que nos hayamos repetido. Puedo pensar en edificios en los que otros hayan repetido nuestras ideas. ¿Puede usted también? (pregunta señalando una imagen de la torre Swiss Re con forma de torpedo) Pero eso es otra historia, ¿no?
Ha pasado de construir tres proyectos por década a levantar cien. ¿Hasta dónde es posible crecer y por qué le interesa hacerlo?
Siempre me ha interesado explorar posibilidades: nuevas tipologías, construir en otras culturas. Tengo una gran curiosidad.
¿Qué importancia tienen los medios de comunicación en la carrera de un arquitecto global?
Muchos edificios solo se construyen gracias a la presión de los medios de comunicación. Por ejemplo, el parlamento alemán, en mi caso. La prensa es muy poderosa y que comunique la importancia de la arquitectura me parece muy positivo aunque, como en todo, hay gente que escribe y que opina con criterio y otros que no. Puede haber equívocos. Es un riesgo.
¿Sus padres pudieron presenciar su éxito?
Me vieron convertirme en arquitecto y viajar a América. Empezar un estudio con mi mujer, Wendy, y tener cierto éxito con mis primeros edificios. Estuvimos juntos lo suficiente. Pero cuando uno envejece aprecia más a sus padres. La madurez te hace reconocer a quienes te han ayudado. Y los padres están en la cima de esa lista.
¿Quién más está en su lista?
Buckminster Fuller, Otl Aicher. Fueron personas con las que siempre aprendías algo nuevo, aunque en aquel momento igual no fueras consciente de ello.
Cuando usted, Richard Rogers y Renzo Piano eran arquitectos contestatarios, casi hippies, ¿trataba de cambiar el mundo o simplemente intentaba alterar su propio destino?
Creo que nunca he hecho algo pensando únicamente en mí. Toda mi arquitectura ha sido pensando en un cliente, pero sobre todo en los usuarios de los edificios.
Me refiero a algo más abstracto, a su voluntad de llegar a ser alguien cambiando su realidad inmediata.
Individualmente y profesionalmente siempre hago las cosas pensando en avanzar. Con la esperanza de mejorar. Por eso me interesan los proyectos que mejoran el trabajo, el ocio, el descanso o cualquier parte de la vida de las personas.
Hoy forma parte de la aristocracia: usted es Lord Foster of Thames Bank. ¿Asiste a las reuniones de la Cámara de los Lores?
De vez en cuando. Pero no soy un animal político.
¿Cree que la crisis económica cambiará la arquitectura?
En absoluto. Creo que podría devolver a la arquitectura sus valores esenciales. Pero pienso, fundamentalmente, que siempre habrá experimentación y, por lo tanto, riesgo. Siempre ha habido, no es algo nuevo. Desde la cueva hasta hoy, la historia de la arquitectura es un experimento continuo. La crisis no cambiará eso.
Construyendo el puente más largo del mundo –en Milleau, Francia– o ciudades como Masdar en los Emiratos Árabes, ¿todavía le interesa la vivienda?
Más que nunca. Creo que es la asignatura pendiente de la arquitectura. Sigue siendo un enorme reto para los arquitectos.
¿Qué hace buena una casa?
El hecho de querer regresar a ella. Eso se consigue con comodidad y la comodidad es una cuestión de proporción. Cualquiera que sea el tamaño de la casa, el confort se consigue con un buen uso del espacio del que se disponga. Por eso hay apartamentos cómodos y agradables.
¿Cuántas casas tiene?
Preferiría no contestar a esa pregunta. Uno debe mantener ciertos terrenos privados. Para mí es importante trazar esa línea.
Dígame al menos, ¿dónde está su casa?
En Suiza… bueno no. Mi casa está donde está mi familia. Y eso podría ser en cualquier lugar del mundo. Incluso dentro de un avión.