Disfrazado como un jubilado británico, con gabardina, sombrero y barba postiza, y acompañado de varios cómplices cuya misión consistía en distraer al personal de seguridad de los museos, Banksy iniciaba la década de los 2000 colgando sus cuadros, con alevosía pero a plena luz diurna, en las principales pinacotecas del mundo. En una acción a medio camino entre el vandalismo y la performance artística, las paredes del MoMA de Nueva York, el Louvre de París o la Tate de Londres eran ocupadas por sus obras hasta que los responsables de las entidades museísticas descubrían su presencia infiltrada entre los grandes de la pintura.
Inspirado por un comentario de su hermana, dispuesta a deshacerse de unas obras que, según ella, "difícilmente acabarían colgadas en el Louvre", Banksy incorporaba sus cuadros sin olvidarse del correspondiente cartel con el título, el año y la técnica empleada. Veinte años más tarde, en un giro de la historia que ni el propio artista podría haber soñado, los museos se disputan su obra para mostrarla ante un público global que ha encontrado en Banksy el último enfant terrible del mercado del arte.
Love Is In The Air (Flower Thrower), el arte combativo de Banksy crea imágenes que se convierten en iconos.
Banksy en el Disseny Hub, el arte de la protesta
Retomando el papel provocador de Marcel Duchamp, el artista francés que en 1917 presentaba con Fountain un urinario de porcelana como si fuera una obra de arte, en 2018 Banksy dinamitaba el sistema del mercado artístico con la autodestrucción en directo de su obra Girl with balloon, tras ser adquirida por 1,2 millones de euros y ante la atónita mirada del público de la sala de subastas Sotheby's. Acérrimo defensor de un arte al alcance de todos, el británico se ha convertido en el miembro más insigne de toda una generación de artistas urbanos que han hecho suyas las calles de las grandes metrópolis.
Convertir en piezas de museo obras pensadas para llamar nuestra atención desde los muros de las urbes no es cualquier cosa. La exposición Banksy. The Art of Protest en el Disseny Hub Barcelona lo consigue presentando más de 70 obras originales y un despliegue audiovisual que incluye fotografías, una instalación de vídeo inmersiva y un recorrido tras el rastro de sus grafitis a través de la realidad virtual. Organizada por Sold Out en colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona, la muestra presenta una selección de sus imágenes más icónicas, cedidas por galerías internacionales.
Monkey Queen, una de las serigrafías originales de Banksy que se pueden contemplar en el Disseny Hub Barcelona.
Todos los temas que alimentan el combativo discurso de Banksy encuentran su lugar en las piezas que se presentan en el Disseny Hub: la globalización, el consumismo, las guerras, la crisis migratoria o la crisis climática. Las fotografías de Steve Lazarides, amigo y primer agente del británico, capturan su modus operandi. Sus aportaciones al paisaje urbano quedan recogidas y documentadas en una exposición que, ante el irresoluble misterio de su verdadera identidad, busca acercarse al personaje a través de la recreación de su estudio y, en un momento que haría las delicias al mismísimo Marcel Duchamp, con la presentación dentro de una vitrina de uno de sus sprays de color negro, gastado tras su intenso uso. Todo un ejemplo de readymade duchampiano.
Forgive Us Our Trespassing, una de las obras de Banksy que se presentan en el nuevo Moco Museum de la calle Montcada.
Banksy en el Moco Museum, a unos pasos de Picasso
En un ataque de modestia, Banksy descartó en su momento la idea de ocupar con una de sus obras los muros del museo Guggenheim de Nueva York. En sus propias palabras, "tendría que aparecer entre dos Picassos y no soy lo suficientemente bueno para eso". La conexión entre Picasso y el artista británico encuentra una deriva inesperada con la inauguración del nuevo Museo Moderno Contemporáneo (Moco Museum). En el Palau Cervelló de la calle Montcada, a unos pasos del Museo Picasso, las obras de Banksy se presentan como uno de los principales reclamos de la nueva incorporación al panorama museístico de Barcelona. El nuevo centro toma como sede la antigua residencia privada de la familia Cervelló, que perteneció a aristócratas y comerciantes. Los vínculos del palacio, original del siglo XVI, con el arte moderno quedarían sellados con los casi 40 años en los que albergó la Galeria Maeght, pieza fundamental de la escena artística barcelonesa, y con la breve existencia de la Fundació Gaspar, un espacio dedicado al arte contemporáneo impulsado por un descendiente de Joan Gaspar, el galerista que organizó las primeras exposiciones de Picasso en Barcelona.
Haciendo suyos los ideales de Banksy y llevando a Barcelona el mismo proyecto museográfico de su sede original en Amsterdam, Moco Museum busca hacer del arte contemporáneo una experiencia inclusiva, abierta a todos los públicos y capaz de conectar con una nueva generación ávida por descubrir los artistas en pleno crecimiento en compañía de los autores consagrados. Las piezas de Banksy encuentran su lugar en un espacio que acoge a los grandes nombres de la modernidad (Salvador Dalí, Andy Warhol, Keith Haring, Jean-Michel Basquiat) al lado de los creadores contemporáneos más cotizados (Yayoi Kusama, Damien Hirst, Takashi Murakami, Kaws), los pintores jóvenes emergentes (Yago Hortal, Guillermo Lorca, Hayden Kays) y los nuevos valores del arte digital.
Los monos de Banksy, expuestos en el Moco Museum, y su amenazante mensaje: Laugh now, but one day we'll be in charge.
Una apuesta del Moco Museum y de sus fundadores, Lionel y Kim Logchies, por democratizar el arte que encuentra, en una de las obras de Banksy expuestas, uno de esos mensajes cargados de ironía y doble significado. Laugh now, but one day we'll be in charge, rezan las pancartas que lucen los monos de Banksy. Ante la incerteza que nos depara el futuro, quién sabe si Banksy está en lo cierto y los monos acabarán gobernando el mundo.