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Gran Hotel Manzana

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No sabremos si Trump boicoteará la relación entre Cuba y Estados Unidos por una larga temporada –de lo que también seguro que se aprovecharán los recalcitrantes de turno en la isla–, pero no hace tanto –y sin embargo qué lejos queda Obama– se inició una suerte de idilio entre los vecinos que dio algunos jugosos frutos como este nuevo hotel en La Habana Vieja. Recién inaugurado, el Gran Hotel Manzana, integrado en la cadena Kempinski, supone la primera apertura de un establecimiento de primera categoría en mucho tiempo en la capital cubana, al que se supone que le seguirán otros. Es, no obstante, un viejo conocido, pues ocupa el histórico edificio Manzana de Gómez, construido entre 1894 y 1917 con galerías comerciales en sus bajos, toda una novedad en su momento. Ahora exhiben en sus escaparates artículos, entre otras marcas, de Armani Jeans, Lacoste, Montblanc, L’Occitane y Versace.

Amplio hotel de 246 habitaciones, su localización no puede ser mejor: a un paso del Paseo de Martí y de El Capitolio, cuya enorme cúpula se contempla desde la privilegiada piscina de la azotea. Y en solo 15 minutos llegaremos andando al Malecón. Se consiga o no, cada detalle está pensado para evocar La Habana. El colorido bar Constante, por ejemplo, toma su nombre del barman que supuestamente inventó el daiquirí en el vecino bar Floridita, habitual barra de Hemingway. En la Tobacco Lounge se maridan cigarros y ron, y el menú del restaurante de la sexta planta, Confluencia, se inspira en la comida de los informales paladares. La decoración, a cargo de la pareja sudafricana formada por Arno y Vanessa Joubert, del estudio Archipolitan, busca darle al hotel Manzana ciertos aires de opulencia con sus colores algo estridentes –rosas, morados, verdes– en un fondo muchas veces blanco. Los suelos cerámicos evocan mejor el pasado del edificio.